Baby, Please Don't Go

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La luz del amanecer se filtraba tímidamente por las rendijas de la persiana, proyectando líneas paralelas sobre la figura inerte de Sam, tendida en el suelo. La noche anterior había sido un torbellino que la había arrastrado lejos de la realidad y ahora la devolvía a su cruda cotidianidad.

El golpe en la puerta resonó como un trueno en la habitación. Sam, aún yaciendo en el suelo, se sobresaltó. Su cabeza latía con fuerza, y la luz del día que se filtraba por las rendijas de la persiana solo empeoraba su malestar. No podía permitir que la vieran así, con los ojos hinchados y la boca seca por la resaca.

—¡Sam! —la voz gruesa de su padrastro era un grito desesperado —¡Samanta! —insistió, esta vez con un toque de enfado. La urgencia en sus palabras no admitía demora. Había recibido una llamada del trabajo y debía irse, pero Billy no estaba en casa. Sam debía asumir la responsabilidad de ir a trabajar y llevarse a Max, puesto que no podía dejarla sola si no estaba Billy.

Sam se apoyó en la cama, tratando de levantarse. Cada paso era un desafío, y el mundo parecía girar a su alrededor. La puerta seguía recibiendo golpes, y la voz de su padrastro se filtraba como un eco distante. —¡Sam! —gritó nuevamente —¡Abre la puerta!

Con un esfuerzo sobrehumano, Sam llegó hasta la puerta. La madera rugió bajo sus dedos mientras la abría. Neil estaba allí, con la mirada preocupada y el ceño fruncido. —¿Qué pasó anoche, Sam? ¿No estabas aquí durmiendo? —preguntó, su tono más de preocupación que de reprimenda. —No es momento para esto.

Sam asintió, incapaz de articular palabra, llevando su dedo índice hacia sus labios para indicar que no hiciera ruido, mirándolo con molestia. Con un movimiento lento, cerró la puerta en sus narices y continuó su camino hacia el baño. El suelo estaba frío bajo sus pies desnudos mientras se despojaba lentamente de la ropa. Cada prenda parecía un recordatorio de la noche anterior, una mezcla borrosa de diversión y excesos, los cuales no recordaba con claridad. Con cada paso, la sensación de desgana aumentaba, pero sabía que una ducha fría iba a ser su mejor opción.

Finalmente desnuda, abrió la puerta del baño y dejó que el agua la envolviera. Cerró los ojos, dejando que la sensación revitalizante la atravesara. La resaca aún estaba presente, pero cada gota de agua fría parecía llevarse un poco del malestar consigo misma. Bajo el chorro de la ducha, el maquillaje reseco en el rostro de Sam comenzó a disolverse, revelando la piel pálida y cansada debajo. Con cada gota de agua que caía, los rastros de delineador y lápiz labial se desvanecían, dejando su rostro limpio y fresco una vez más. También se lavaban los vestigios del vómito seco que habían quedado en sus rodillas y barbilla. La sensación de alivio era palpable mientras sentía cómo la suciedad y el malestar del pasado se desvanecían con cada segundo que pasaba bajo la ducha. Por un momento, se permitió sentirse renovada.

Sam salió de la ducha, el agua fría había sido un shock necesario, una especie de reinicio para su cuerpo que aún temblaba por los excesos de la noche anterior. La resaca se había disipado como la niebla al amanecer, y se sintió casi ligera. Se envolvió en una toalla blanca, dejando su cabello libre, gotas de agua aún pendían de las puntas, decidida a dejar que el calor del día hiciera su trabajo y lo secara naturalmente.

Caminó hacia su habitación, sus pies dejando huellas húmedas en el suelo de madera. El aire estaba impregnado con el aroma a café recién hecho y pan tostado, señales prometedoras de un desayuno que podría devolverle completamente al mundo de los vivos, cortesía de su madre, antes de irse. Pero antes de que pudiera dar otro paso, una figura borrosa pasó junto a ella como un rayo.

Sam detuvo a su hermana con una mano en el hombro y le preguntó, con una mezcla de curiosidad y preocupación, a dónde iba con tanta prisa. Su hermana, girando sobre sus talones con una sonrisa radiante, le explicó que hoy marcaba el inicio del verano y que la piscina municipal finalmente abría sus puertas. Había escuchado que era una especie de tradición entre los jóvenes del vecindario reunirse allí el primer día, y ella no quería perderse la oportunidad de sumergirse en las refrescantes aguas junto a sus amigos.

𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗰𝗵𝗲𝘀𝘁𝗻𝘂𝘁 - 𝗯𝗶𝗹𝗹𝘆 𝗵𝗮𝗿𝗴𝗿𝗼𝘃𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora