Desde aquel fatídico 'incidente' en la fiesta de Tina, donde los labios de Billy y los suyos se habían encontrado en un beso inesperado, los días habían transcurrido con una lentitud exasperante. Cada minuto parecía estirarse como un chicle, y cada hora se arrastraba con una pesadez insoportable.
El ambiente de la casa se había vuelto tenso, casi irrespirable. Cada vez que salía de su habitación, su corazón latía con fuerza, temiendo encontrarse con Billy, cosa que al fin y al cabo era inevitable. Y, como si el universo se burlara de ella, siempre lo encontraba allí, plantado frente al frigorífico, medio desnudo, buscando algo para comer. Su torso desnudo brillaba con una fina capa de sudor, y ella no podía evitar recordar la sensación de sus labios contra los suyos, recordando poco a poco más detalles de aquella noche.
Peor aún eran las tardes. Billy tenía la costumbre de hacer ejercicio en medio del salón, justo cuando ella intentaba disfrutar de su helado fresquito después del trabajo. Lo veía allí, con su camiseta empapada de sudor, sus músculos tensándose con cada movimiento. Cada flexión, cada abdominal, era un recordatorio constante del beso que había cambiado toda la 'relacion' que tenían. Si antes no compartían ninguna palabra, ahora menos.
Intentaba concentrarse en cualquier otra cosa: en el libro que estaba leyendo, en escuchar a escondidas las llamadas que tenia Max con su novio o tal vez en hacer galletitas. Pero nada funcionaba. La presencia de Billy era como un imán, atrayendo su mirada una y otra vez. Y cada vez que sus ojos se encontraban, un incómodo silencio se instalaba entre ellos, cargado de palabras no dichas y emociones reprimidas.
Billy no podía evitarlo. Cada vez que su hermanastra estaba cerca, sentía una necesidad incontrolable de llamar su atención. No entendía por qué lo hacía, era como si una fuerza invisible lo empujara a actuar de esa manera. A pesar de que odiaba admitirlo, su comportamiento era completamente involuntario, pero eso no lo detenía.
Cada mañana, cuando escuchaba el leve crujido de la cama de Sam y el suave sonido de sus pasos al levantarse, Billy se apresuraba a salir de su habitación. Sin camiseta y solo con sus bóxers, se dirigía a la cocina, fingiendo buscar algo de comer. Sabía que Sam solo salía de su habitación para coger algo de picar, y él quería estar allí, en su camino, para que lo viera. Su piel desnuda brillaba bajo la amarilla luz de la nevera, y aunque no lo admitiera, disfrutaba de la incomodidad que causaba en Sam.
Las tardes eran aún más calculadas. Billy retrasaba sus sesiones de ejercicio para coincidir con la hora en que Sam regresaba del trabajo. Se aseguraba de estar en el comedor, haciendo flexiones o levantando pesas, justo cuando ella entraba por la puerta. El sudor resbalaba por su frente y su camiseta se pegaba a su piel, pero no le importaba. Quería que Sam lo viera, quería que sintiera algo, cualquier cosa.
A pesar de su odio hacia ella, había algo en esos momentos que lo confundía. Quería insultarla, provocarla, ver cómo se ponía roja de ira y le devolvía los insultos. Quería ver una gama de emociones en su rostro, no solo la vergüenza y el enfado que solían dominar sus interacciones. Había algo adictivo en esas confrontaciones, algo que lo mantenía volviendo por más.
El apartamento se había convertido en un escenario de tensión constante. Cada encuentro, cada mirada, estaba cargada de una electricidad palpable. Billy no sabía qué le pasaba, pero no podía detenerse. Quería más, necesitaba más. Y mientras los días pasaban, la línea entre el odio y algo más se volvía cada vez más borrosa.
Como cualquier otra tarde después del trabajo, Sam se encerraba en su habitación, buscando un refugio del calor sofocante que invadía la casa. El aire acondicionado estaba averiado, y el uniforme del Arcade se le pegaba al cuerpo, empapado de sudor. Su frente brillaba con pequeñas gotas que se deslizaban lentamente, pero eso no la detenía. Se tumbaba boca abajo en la cama, con los pies danzando en el aire, tratando de encontrar un poco de alivio en la brisa que entraba por la ventana entreabierta.
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𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗰𝗵𝗲𝘀𝘁𝗻𝘂𝘁 - 𝗯𝗶𝗹𝗹𝘆 𝗵𝗮𝗿𝗴𝗿𝗼𝘃𝗲
FanfictionSamantha Danielle Mayfield finalmente toma la decisión de trasladarse a Hawkins con su hermana y su madre, así como con el nuevo esposo de esta y su arrogante hijo, William "Billy" Hargrove. Lo que ignoran es que, gradualmente, estos hermanastros de...