5. Fuera de control

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Cuando la última prenda de ropa cayó al piso, Elisa estaba total y completamente embelesada viendo el cuerpo de Carlota.

Durante toda esa semana no había dejado de pensarla y recordar, muy vívidamente cada momento compartido. No había dejado de desear verla y tocarla otra vez. Quería comérsela a besos como había aprendido a hacer en aquel camarote, pero ahora que la tenía enfrente totalmente desnuda, se había quedado paralizada.

Carlota se había dado cuenta de ello y lo aprovecharía para jugar con ella.

Se acercó procurando no tocar su cuerpo, pero sí, que sintiera su proximidad. Acercó su boca a su oreja y le habló roncamente.

Lo que necesito es una toalla. Elisa la miró con confusión. Tomaré una ducha. Le dijo en tono sensual, le guiñó un ojo y sin decir más, se dio la vuelta lentamente y caminó meneando su cintura hasta entrar en el baño.

Elisa no reaccionó sino hasta que escuchó abrirse la regadera. Miró la ropa de Carlota en el piso y entendió que estaba perdida. Esa mujer bajaba todas sus defensas de una manera que no entendía y eso la aterraba. Pero ya tendría tiempo para analizarlo, ese no era el momento adecuado. No, cuando tenía su cuerpo a mil y solo pensaba en una cosa. Hacer el amor con Carlota toda la noche.

Buscó la toalla rápidamente y de camino al baño, se desnudó también. Al diablo con todo. Deseaba a esa mujer y la tendría para sí esa noche otra vez.

Carlota se estaba lavando el cabello con los ojos cerrados cuando sintió que Elisa abría la puerta de la ducha y entraba. No pudo evitar sonreír.

Ganaste ¿Estás feliz? Dijo Elisa con una mano en la cintura aceptando su derrota.

Carlota entreabrió los ojos y la miró de arriba a abajo con deseo. Aún no. Respondió, antes de tomarla por la parte trasera del cuello, acercarla hasta su boca y comenzar a besarla con intensidad.

Ambas se fundieron en ese beso acompañado de un abrazo tan estrecho, que no daba paso al aire, pero Carlota tenía muy claro lo que quería hacer, así que sin darle tiempo para pensar o reaccionar, pegó a Elisa de la pared y metió el muslo entre sus piernas hasta presionar su intimidad. Un pequeño gemido salió de los labios de Elisa al sentir aquel contacto, pero Carlota no dejó de besarla con pasión. Todo lo contrario, aquel gemido le dijo exactamente lo que esperaba y fue bandera verde para seguir con sus intenciones.

Comenzó a mover la pierna de arriba hacia abajo, procurando estimular toda la zona sensible de Elisa, aquella que sintió caliente desde un principio y que con cada movimiento, se iba humedeciendo cada vez más. Elisa por su parte, se agarró de los hombros de Carlota, al tiempo que iniciaba una danza sincronizada con aquella pierna atrevida que la estaba volviendo loca; quería dejarse llevar hasta el orgasmo.

Con lo que no contaba, era que cuando sus movimientos se estaban volviendo más urgentes y su centro palpitaba a punto de la liberación, Carlota retiró la pierna y se le quedó mirando con evidente deseo.

Babyyyyy... Se quejó Elisa con los ojos vidriosos por la excitación.

Carlota sonrió ligeramente sin dejar de verle la boca, se acercó nuevamente pero esta vez, para tomar su labio inferior y succionarlo lentamente. Al separarse y ver a Elisa con los ojos cerrados ida por la excitación, se arrodilló frente a su centro y se abrió paso hasta tomar aquella deliciosa intimidad con su boca. Primero lamió los labios mayores con detenimiento disfrutando de lo acolchado y cálidos que eran, los succionó uno por vez y cuando un jadeo salió de la boca de Elisa, separó con sus pulgares los labios mayores y se concentró en tomar su botón sensible y comenzar a succionarlo como el delicioso caramelo que era. Estaba hambrienta de aquel manjar, así que aunque deseaba jugar y provocarla un poco más, en cuanto sintió su delicada textura y sabor, cualquier pensamiento racional la abandonó. Cualquier acción calculada se disipó y solo quedó la necesidad básica de saborearla y comérsela por completo.

Insospechado amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora