2. ¿Y ahora?

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El amanecer llegó y Carlota despertó con él. Si bien había caído profundo después de su encuentro con Elisa, Morfeo no le había permitido dormir mucho más allá de un par de horas. Estaba cansada y los vestigios del alcohol aún rondaban su cabeza, pero lo sucedido, la había dejado demasiado inquieta.

Elisa era como su alma gemela en la amistad. La amaba profundamente y no quería ni siquiera imaginar, que por no lograr negarse a que todo aquello sucediera, estuviera al borde del desastre.

Elisa se había visto muy segura y consciente al insistirle la noche anterior, pero y si al abrir los ojos ¿Se arrepentía de todo? ¿O se horrorizaba por lo que habían hecho? ¿O terminaba por incomodarse lo suficiente como para no querer permanecer con ella el resto del viaje? ¿O el resto de sus vidas?

El pánico la estaba sobrepasando, así que luego de pensar y pensar en todo aquello, decidió que lo mejor era salir a buscar el desayuno y tomar un poco de aire para calmar los nervios.

Se levantó con cuidado extremo para no despertar a Elisa. Una Elisa acostada boca abajo, con el cabello desparramado en la almohada, la espalda descubierta hasta donde finaliza su nombre y con la cara volteada hacia el lado opuesto a ella. Se quedó mirándola durante unos minutos, admirando aquel cuerpo que aunque no lo había recorrido por completo, le había dejado un sabor delicioso en su boca. Carlota sacudió la cabeza mentalmente, al recordar lo mucho que le había gustado el cuerpo de Elisa. Lo mucho que le había gustado cómo reaccionó a su tacto, a sus besos y sobre todo, lo mucho que había encendido cada fibra de su cuerpo cuando Elisa lo exploró. Aún podía sentir sus caricias tímidas, haciendo que su piel hormigueara. Sería muy difícil olvidar aquella noche y actuar como si nada, pero si era lo necesario para que no afectara la amistad, entonces lo haría. Se vistió con lo primero que encontró y antes de salir, caminó hacia el lado de la cama de Elisa, tomó la orilla de la cobija y con mucho cuidado, cubrió su espalda, pero procurando rozar la piel de Elisa con el dorso de sus dedos. Luego, se acercó hasta rozar la sien de Elisa y depositó allí, un pequeño beso.

Elisa sintió cada movimiento, pero no se atrevió a abrir los ojos, hasta después que Carlota había salido. Se quedó allí, con la mirada perdida en ninguna parte, recordando cada detalle de lo sucedido.

Todavía no sabía qué la había motivado a propiciar aquel encuentro íntimo con Carlota. Sí, el alcohol influyó, pero no se mentiría a sí misma, había estado muy consciente cuando comenzó a bailarle a Carlota. Al principio, solo había querido ver su reacción y saber, si era capaz de provocar en ella la misma mirada de deseo que le había visto con Ángela. El verla arreglarse así para ella, le picó un poco su ego. Obviamente ella no pretendía llamar la atención de Carlota, pero verla así, le hizo preguntarse si sería capaz de captar la atención y despertar el deseo en Carlota. Sobre todo, siendo ella tan impenetrable como decía ser. Ciertamente, no cualquiera lograba atraerla, había visto a muchos fracasar en esas lides, pero por alguna razón que no se explicaba, le había dado un poco de celos verla tan interesada en Ángela, así que definitivamente, la primera motivación había sido aliviar su ego.

La cosa es, que eso solo explicaba sus primeros movimientos, pero no, todo lo que vino después y menos, ese deseo incontrolable que sintió por ella y que, aunque tuvo la oportunidad de dejarlo pasar, simplemente corrió hacia ella para saciar esas ganas.

Lo otro que la tenía descolocada, era la naturalidad con la que se manejó durante el encuentro. Ella, que su curiosidad solo la había llevado a medio imaginar un beso con una mujer, había llegado mucho más lejos y sin dudarlo. Elisa hundió la cara en la almohada unos segundos, riendo con algo de pena. Era tarde para esa palabra, pero al recordar cómo había ido directo a los pechos de Carlota y luego a su intimidad, los colores se le subieron a la cara. Pegó un pequeño grito antes de voltearse y quedar mirando al techo de la habitación con una media sonrisa en sus labios.

Insospechado amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora