(X.II)

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No podía moverse, sus manos estaban atrapadas en barrotes. Su frente estaba empapada en sudor, su respiración ligeramente agitada y siendo lo único que se lograba oír en aquella tenebrosa oscuridad.

Siempre le aterró la hora en la que el sol se escondía. Su cabeza le recordaba que apenas la noche empezaba, sus crisis ansiosas también lo hacían y esto desde su infancia, a una edad tan pronta como lo son los 7 años, y la verdad en su casa nunca lo habían tomado bien. Normalmente recibía un "Tu controlas tu cabeza" y la verdad es que no tenía la fortaleza para combatir en contra de ella. Su cabeza era tan fuerte que incluso podría contradecirle que en realidad no puede contra ella.

Desarrolló tantos temores, se volvió alguien débil y ansioso, esclavo de su cabeza. Y es como si sus captores se hubiesen colado en su cabeza, torturandolo con su mayor gatillante del pánico: La oscuridad.

Jodidos hijos de puta.

Sabía que eran siete. Sabía que todos excepto uno tenían ojos sangrientos, tan cautivadores. Y también sabía que habían estado haciéndole cada tortura mental, su cabeza le decía que lo estaban moldeando como una muñequita de porcelana, pero estaba tan cansado y derrotado que ya apenas la escuchaba. Al menos algo bueno, según Haru.

No tiene ni la menor idea de cuando tiempo lleva ahí. Sabe que es un oscuro palacio sin vida, lo sabe porque lo han estado trasladando de sótano a cualquier habitación, incluso tuvo algunos viajes a uno de los baños y pudo estar en lo que creyó que era el comedor, o eso quiere pensar. Estaba amarrado a una silla y con una venda en los ojos mientras le daban de comer.

Solía llorar, llorar mucho. Solo se preocupaban de darle suficiente agua para que no se deshidratase porque son personas desalmadas. Eso pensaba. Personas desalmadas que lo mantenían cautivo, que hacían daño.

Tenía miedo, pero sentía que debía superarlo porque su cabeza ahora pensaba que necesitaba depender de esos siete desalmados. Si no fuera porque ellos lo mantienen vivo, el no estaría más entre nosotros, y su cabeza le consumía con aquel pensamiento.

Dependo de ustedes... Ustedes me cuidan. No me harán más daño porque es por mi bien... ¿Verdad?

Y una voz siempre le contesta.

"Así es, príncipe."

Y como siempre estaba todo tan oscuro, no lograba ver que un rubio de ojos claros siempre estaba observándolo, sabiendo perfectamente cada cosa que pasa por su cabeza.

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⏰ Última actualización: Aug 05 ⏰

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