Capítulo 9

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–¡Inumaki-senpai! –gritó Megumi al ver a su compañero tosiendo sangre.

¿Es el primero en alcanzar su límite?

Todo había empezado bien, en cierta medida. El festival estaba teniendo lugar, y Megumi estaba luchando contra Kamo Noritoshi, el heredero del futuro líder del clan Kamo. Al igual que él, Kamo también era una especie de proscrito, aunque con una historia diferente.

Mientras que el padre de Megumi abandonó a la familia Zenin y le vendió al cabo de unos años, Megumi no era considerado miembro del clan Zenin. Eso fue, por supuesto, gracias a la intervención de Gojo, que por lo que fuera, detuvo el trato.

El chico no tenía ni idea de porqué, nunca quiso saber nada que tuviera que ver con el padre que le abandonó y le vendió. Le daba absolutamente igual, lo único que le importaba era su vida actualmente.

Noritoshi fue un hijo bastardo del clan Kamo. Uno que había heredado la técnica de la manipulación de la sangre, el orgullo de su linaje. Su madre pretendía usarle para acabar con el clan Kamo, por eso se esforzó tanto en que fuera un miembro reconocido y de pleno derecho.

Para Noritoshi, era una obligación demostrar que era digno merecedor de ser el heredero. De ser el nuevo líder. Y si eso significaba derrotar a Fushiguro Megumi, el niño prodigio del clan Zenin, lo haría.

Demostraría que él era mucho mejor, que él podría llevar de nuevo el clan Kamo a la cúspide, puesto que actualmente pertenecía al clan Gojo y al que aspiraba el clan Zenin, gracias a las diez sombras de Megumi. No iba a permitir que alguien que ni siquiera usaba su apellido le pasara por delante.

En plena lucha, pero, algo ocurrió. Algo inesperado.

–¡Kamo! –gritó Megumi, al ver al espíritu maldito a su lado, en una clara posición de ataque.

Megumi sujetó a Noritoshi antes de que este acabara cayendo del techo, frenando su caída ante el golpe que ese espíritu de categoría especial acababa de darle.

¿De dónde ha salido?

Megumi y Kamo habían estado tan centrados en su lucha que no se dieron cuenta del velo que cubrió la escuela. Sólo se dieron cuenta que algo iba mal en cuanto las raíces aparecieron a su lado para atacarlos.

Espíritus malditos habían invadido la escuela, e iban a por ellos. Iban a matarles, estaba seguro. La intensidad de los ataques no frenaba, al contrario, no hacía más que aumentar.

¿Es obra de él?, pensó Megumi sobre el Rey de las Maldiciones.

–¿Sigues vivo, Kamo? –preguntó, encarando al espíritu maldito, interponiendo su cuerpo entre él y el de Kamo, herido.

Aunque Noritoshi tuviera una aversión especial por Megumi, ese no era su caso. Le motivaba luchar contra él, porque sabía que era alguien fuerte. Eso era todo, Megumi no tenía sus mismas pretensiones.

Ni le gustaba ni le disgustaba. Sencillamente, apenas tenían trato. Por eso, le protegería después de recibir ese golpe por parte de la maldición, porque le había dejado fuera de juego.

Era su obligación como hechicero y como compañero.

Megumi observaba a su enemigo. Estaba claro que era un espíritu maldito de categoría especial, con ramas en lugar de ojos. Era alta, musculosa, con una forma humanoide. Uno de sus brazos estaba tapado con una especie de mantel, manteniéndolo oculto de miradas indiscretas.

No sabía si debería preocuparse por eso, pero hubo algo que le vino a la mente.

Gojo-sensei les había informado que había sufrido un ataque de camino a Kyoto, por parte de maldiciones de categoría especial. Uno que tenía cabeza en forma de volcán, con poderes relacionados con el fuego.

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