Capítulo 14

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31 de Octubre, 18:40, ciudad de Saitama, bajo el puente Yasohachi.

Tan bien...

Aún tenía los ojos cerrados, seguía durmiendo como un bebé, realmente agusto.

Notaba a su alrededor las sábanas cálidas, acariciando su cuerpo. El colchón suave sostenía su peso, y Megumi se sentía como si estuviera en las nubes.

Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien, tan profundamente, en un sueño sumamente reparador. Se acurrucó un poco más, intentando aumentar la sensación de bienestar, ronroneando levemente.

Descansa.

No supo si lo había oído o si lo había imaginado, pero asintió igualmente en respuesta, gruñendo.

La sensación de calor aumentó a su alrededor, y supo que era debida a otro cuerpo.

Había alguien a su espalda, abrazándolo con delicadeza, acunándole con más amor del que jamás había sentido.

Sonrió. Esos brazos cálidos estaban ahí, para él, para hacerle sentir mejor, y lo conseguían.

Ahora sí que estaba seguro que estaba en el cielo.

–¿Pero qué haces durmiendo aquí? –preguntó una voz estridente, despertándole repentinamente de su ensoñación.

Kugisaki...

Intentó abrir los ojos, con dificultad. Ya no estaba en un colchón, ya no dormía entre sábanas blancas y ligeras, ya no le abrazaban con cariño.

Estaba tumbado en el suelo, sucio y ensangrentado, a la intemperie de la noche.

Prefería seguir durmiendo...

Chasqueando la lengua, se incorporó del duro suelo, quedando sentado en este mientras las piedras se clavaban a su cuerpo.

Estaba tremendamente adolorido.

Notó algo caliente en su mano, bajó la mirada, observando su contenido.

Es...

–Fushiguro, pero no te duermas sujetando eso... –dijo esta vez la voz de Itadori.

Sigue caliente. Es igual que...

Del dedo se desprendía la misma sensación que de los brazos que le habían rodeado cuando había caído inconsciente por el agotamiento, ahí mismo.

Como si le hubiera estado cuidando mientras él estaba indefenso.

Ya vuelvo a soñar cosas raras...

Levantó la vista hacia sus compañeros, aún desorientado.

–Estáis bien... –murmuró, en su dirección.

No podía verles las caras, la luz de la luna lo impedía, cegándole y creando contraste entre sus compañeros.

–Bastante mejor que tú, la verdad –respondió Kugisaki, altiva como solía ser.

Aunque no podía verlo bien, no le costaba creerlo. No sabía qué había pasado durante su batalla, y aunque se les viera heridos, podían mantenerse en pie y caminar, mientras él a duras penas se mantenía sentado.

–Ya, supongo... –respondió, mirando en otra dirección. No le apetecía discutir ahora.

Lo importante era que había salvado a su hermana, y que los tres habían salido con vida de eso.

–Eso es un dedo de Sukuna, ¿no? –preguntó Yuuji, señalándolo –¿me lo das?

Megumi volvió a mirar al objeto maldito en su mano.

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