Capítulo 11

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Sukuna estuvo escuchando todo el tiempo. Oyó cómo los dos profesores y los compañeros del mocoso desentrañaban parte de su plan. Y todo por un simple error suyo.

Una debilidad.

Su debilidad.

Zenin Akito.

No, Fushiguro Megumi.

Siempre él. Siempre era él. Siempre fue él.

Por su culpa, todo se había ido al traste. Por ser emboscado y no poder defenderse, por resultar atacado y herido. Le obligó a intervenir.

No... lo peor es que hubiera sobrevivido. El de los seis ojos y el de manipulación de maldiciones hubieran acabado con Hanami, y la del ritual inverso le hubiera curado. Joder...

La culpa era suya. Fue Sukuna quien no pudo soportar ver así a Megumi. Fue él quien actuó de forma imprudente, impulsiva, sin pensar ni siquiera un poco en las consecuencias de lo que hacía, cuán en descubierto le dejaba eso.

Todo el mundo asumía que actuaba según lo que le causara placer o lo que le apeteciera en ese momento. Solía ser así, y su carácter caprichoso muchas veces le ayudaba a tapar sus planes.

Sukuna pocas veces actuaba sin seguir un plan, no con lo importante. Y gastar el pacto que tenía con el tonto de su hermano, era parte de su plan. Un minuto. Eso era lo único que necesitaba para ser libre para siempre, una vez tuviera suficiente poder.

No hacían falta los veinte dedos, con quince le valía, podía encontrar los otros por sí mismo. Entonces, hubiera podido ser libre de nuevo. Volver a reinar. Volver a su antigua gloria, renacer. Sólo sesenta segundos.

Pero ahora, los había perdido. Había perdido esa ventaja. Yuuji conocía el pacto. Los profesores también. Megumi también. Ahora, estaría mucho más vigilado, ya no había garantía alguna que siguieran llevándole los dedos.

Maldición...

Sentado en su trono, cabizbajo, Sukuna no dejaba de darle vueltas al error que había cometido. A porqué se había arriesgado de esa forma por el chico. Por qué siempre Megumi se convertía de nuevo en su debilidad.

No pude matarte hace mil años, y no puedo verte herido ahora. ¿Por qué sigues teniendo ese efecto sobre mí?

Sukuna recordaba la conversación que tuvo con Akito antes de morir como humano. Recordaba que le había dicho que dejaría que fuera a por él, que no iba a hacer nada para defenderse. Como si eso le redimiera por traicionarle, envenenarle y causarle la muerte.

Sukuna quiso hacerlo. Quiso matarle con todas sus fuerzas, pero nunca pudo hacerlo.

¿Qué pasó entonces? No consigo recordarlo...

–Quiero hablar. –irrumpió Itadori, tumbado en su cama.

Y, como las otras cinco veces, Sukuna le ignoró. Ya tenía suficiente con lo suyo como para tener que aguantar las reclamaciones de un chaval de diecisiete años que no recordaba quién era.

–Sé que estás ahí, sal –siguió insistiendo Yuuji.

Sukuna chasqueó la lengua y volvió a ignorarlo.

–Tiene gracia, normalmente no te callas y ahora no te atreves a dar la cara –le provocó el recipiente.

Sukuna arrugó la cara, enseñando los dientes y gruñendo. Manifestó su boca en la mejilla de Yuuji.

Se puede saber qué quieres –espetó, molesto. Por nada del mundo iba a dejar que nadie tuviera la desfachatez de llamarle cobarde.

Yuuji sonrió para sus adentros. Sabía que eso funcionaría.

El CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora