Capítulo 15

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31 de Octubre, 20:31, Escuela de hechicería de Tokyo. Patio delantero.

Llegada de Gojo Satoru

El hechicero más fuerte de todos, usuario de los seis ojos y del infinito, llegó finalmente a la escuela de hechicería de Tokyo, último lugar donde pudo ver la energía maldita de Geto Suguru, otro de los hechiceros de categoría especial, usuario de la manipulación de maldiciones, y su pareja.

–¡Suguru! –alzó la voz, gritando por encima del silencio que cubría el complejo.

Satoru notaba que enloquecía por momentos.

Su vista era espectacular. Nadie era capaz de ver mejor que él la energía maldita, y siempre tenía un ojo puesto en Suguru. A él, podía verlo incluso a través del complejo de catacumbas de la escuela, oculto por medio de barreras que no dejaban nada a la vista.

Por supuesto, no podía captarlo de forma nítida. Era algo mucho más difuso, como una presencia que ni siquiera estaba seguro de ver, pero que sabía estaba ahí.

Pero hacía casi dos horas, esa presencia había desaparecido por completo. No había rastro de la energía maldita de Geto, no respondía a sus llamadas, no tenía forma de hablar con él. Algo estaba mal, muy mal, lo sabía. Lo supo incluso desde antes de que Geto se fuera, pero no le había escuchado.

Y ahora ahí estaba, dispuesto a llegar hasta el final para recuperarle.

–¡Devolvedlo! –gritó de nuevo –¡Haced que salga de una vez!

Sabía que lo estaban viendo. Era imposible traspasar la barrera de la escuela sin ser detectado, y él no había hecho ningún esfuerzo para esconderse. Al contrario, quería dejar muy clara su presencia y sus intenciones.

Iba a destruirlo todo con tal de recuperar a Geto.

Se encontraba en el estadio deportivo, justo en la parte central del complejo estudiantil, rodeado por el edificio donde se impartían las clases, la residencia de estudiantes y la de profesores, que a su vez era la entrada de Tokyo hacia las catacumbas de la sede.

Satoru miró directamente en dirección a la residencia de profesores. No sólo porque sabía que debían encontrarse ahí, sino porque sus seis ojos se lo decían. Conseguía captar la energía maldita de al menos dos profesores y tres miembros de la sede, pero nadie se atrevía a salir. Nadie se atrevía a dar la cara.

Más importante, ninguno de ellos era Suguru.

Vosotros mismos...

Gojo subió el brazo, abriendo bien la palma de su mano, señalando al edificio donde se daban las clases.

Ao... –pronunció el hechizo, una vez ejecutado el sello.

Una luz azul empezó a salir de su mano, a la vez que el viento cambiaba. Iba a destruirlo todo hasta que liberaran a Geto, de donde fuera que estuviera retenido.

–¡Satoru! –gritó una voz grave.

Vio el ataque dirigido hacia él, pero no hizo nada para frenarlo. Sabía que tampoco le haría nada, tenía el vacío alrededor de su cuerpo protegiéndolo.

Un jugai atacó su brazo, intentando que lo cerrara, pero chocó contra el infinito que le separaba de él hasta acabar en el suelo.

Gojo frenó su hechizo, pero no deshizo el sello. Seguía con el brazo levantado y sin vendas, lo que le indicaba a sus rivales que iba totalmente en serio.

Un hombre alto y con gafas de sol se había plantado enfrente de él, rodeado de jugai que estaban en posición de ataque.

–Masamichi... –murmuró al ver al director de la escuela de Tokyo –No tengo nada contra ti, llama a los peces gordos. –dijo Satoru en tono seco.

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