Reproches

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Los desarraigados viven juntos,
en aquella lóbrega casa muda,
llena de reproches y bocas calladas.

El silencio te abraza descarnado,
huyendo de su propio mutismo,
harto de su aberrante soledad.

Viven abstraídos en su mundo,
cada uno en el suyo particular,
nadie entra ni sale si no quieren.

Hay días que el silencio se recrudece
y se vuelve tan insoportable
que miras alrededor buscando una salida.

Sólo quieres salir de allí, huir lejos,
pero la densidad de ese vacío te alcanza
y es imposible atravesarlo sin ser ajusticiado.

Los desarraigados no saben que lo son,
ya no hay cálidos recuerdos que los una,
en la mente despierta de ninguno de ellos.

Se hablan y no se escuchan
se miran y parecen no verse,
y siempre, siempre, evitan tocarse.

Obligados a quererse,
sin comprender el verdadero motivo,
ya que no recuerdan haberse querido.

Obligados a aguantarse,
porque comparten algo más
que esas apolilladas paredes.

No hay odios escondidos
tras esos inmensos muros,
tan sólo la indiferencia del olvido.

Palabras enmohecidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora