La rabia ajena

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La hora de los justos no llega, pero sí la de las palabras;
palabras escritas en un papel que no se llevó el viento,
y que con verdades definidas cuentan tu herética historia
y descubren la insaciable oscuridad de tu ser más profundo.

Animal inmundo, de enredadas crines que cubren tu cuerpo,
rostro agreste, de rutilante nariz toscamente definida,
estrecha frente de animal, que encuadra tus cuencas vacías.
Apilados dientes asoman entre tus desequilibrados labios.

Y en tu deformidad se establecen los posos de tu infortunio,
desecho que convive con sentimientos de escasa nobleza,
lograste sobrevivir en las abisales cloacas de la periferia,
respirando el hedor subterráneo en el que te revolcabas.

Gobiernas en tu triste reino de aguas negras sin súbditos,
mientras sueñas con la regencia del azulado cielo inalcanzable,
cavilas noche y día pensamientos por siempre carcomidos
y en tu anhelo te arrastras sigiloso siguiendo tu objetivo.

Eternamente insatisfecha te ahogas en tus propias tinieblas,
y decides dejar tu vertedero y conquistar nuevos territorios
te adentras en la superficie, donde se evidencia tu vacío,
tu generosa altivez te impide ver la inmensidad de tu ignorancia.

La bestia sin ojos se acerca olisqueando el viento,
buscas saciar tu imperecedera hambre inconformista.
En cada nuevo paso que das vas derramando tu vileza,
maldad inabarcable que acompaña tus míseros días.

Creyó encontrar el lugar donde someter a los sumisos,
y agazapada en el camino que bordea la empatía,
acechaba impaciente a sus víctimas subestimadas,
relamiéndose expectante el resultado imaginado.

Movió los grotescos hilos del soez titiritero al son del egoísmo
para enredar y desgarrar las vidas que no le pertenecen
saboreando de antemano un triunfo planeado que no llegó.
Tropezó con la inesperada puerta de la impasibilidad.

Golpeas una y otra vez esa puerta bajo un ritmo frenético,
la indiferencia que aflora en el aire alimenta tu sadismo,
pero eso no te detiene y atraviesas el umbral de lo ajeno,
y feliz en tu incoherencia destrozas todo vestigio de vida.

Mientras disfrutas de tu efímera dictadura estacionaria,
el carrusel de la vida torna su giro hacia lo adverso
No percibes la caída de tus ansias más difusas,
y te ves obligado a retroceder a tu mundo subterráneo.

Lluvia de frustraciones y fracasos descargan sobre ti,
tus propias palabras se arremolinan en tu contra.
Ahora te pudres en ese sucio pozo del que no debiste salir,
porque olvidaste que la nada no es eterna y hoy viene a por ti.


Palabras enmohecidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora