Capítulo IV

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Hospital.

Llegué a París hace dos horas y no hay señales de mis padres en el aeropuerto.

Se que no iban a venir no les comenté que venía, porque se perfectamente que no me iban a dejar venir, pero ellos saben como soy de impulsiva y desobediente.

Pedí un taxi hace media hora y no ha llegado. No me importa parecer una estúpida sentada en un escalón, la gente me mira de arriba abajo, piensan que soy una cualquiera, una indigente, pero cuando me visualizan bien, y detallan mi vestuario se dan cuenta que no lo soy.

Me duele mucho la cabeza, tengo unas ojeras horribles, y mi cabello es un desastre. Estar aquí me trae muchos recuerdos, me da una presión en el pecho, es como un dolor que no voy a olvidar nunca, quiero llorar. Pero no. Debo de controlarme, tengo que hacerlo, no quiero volver a mi estado de depresión, no quiero volver con mis ataques de pánico. Solo quiero estar felíz y, ver felíz a mi hermana.

-Señorita Curie-Una voz que reconozco al instante se hace presente detrás de mi.

Me levanto rápidamente y me volteo.

Gonzalo, el chófer de mi papá. Aquel señor serio, pero a la vez gracioso, aquel que me llevaba al colegio y me traía a casa, aquel que me contaba cuentos y chistes, aquel que me cantaba músicas y tangos graciosos. Aquel señor con bolsas bajo de sus ojos, con su cabello repleto de canas, sus ojos negros y ese bastón que yo agarraba y jugaba, Su típico uniforme de chófer y mayordomo, ese señor es muy importante para mí.

Esta igual como lo recordaba pero más envejecido y su mirada está triste, cansada, pero a la vez felíz.

No lo pienso dos veces y salto hacia el a darle un abrazo fuerte y el me corresponde enseguida, sobando mi cabeza, y acariciando mi cabello.

-Hueles a caramelo de vainilla-susurré

Se separó de mi y se limpió una lágrima que bajaba por su mejilla.

-Caramelo de chocolate—. Extiende, su mano y me da un caramelo de chocolate que tanto me gusta.

Sonrío ampliamente. Tenía años que no probaba uno de esos caramelos que me daba cada vez que me buscaba al colegio.

-Sus padres me mandaron a recogerla-dice finalmente.

-¿Cómo sabe mi padre de la hora qué llegaba?.

-Sabe como es su padre. Le llegó una llamada del aeropuerto de España, diciendo que una de sus hijas tomo un vuelo a París.

Elevé ambas cejas. Me olvidé que mi padre tiene contactos en todos lados.

-Es hora de irnos. Su familia está en el hospital-mencionó ayudándome con mi bolso

-¿Sabes lo que ocurrió?-le pregunté caminando hacia el auto grande y lujoso de mi padre.

Una Melodía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora