Definitivamente la vida lo odiaba.
Creyó que al aclarar la situación con la princesa todo marcharía mejor y su relación florecería nuevamente para descubrir esos sentimientos que entretejían su corazón. Pero no contaba con un factor decisivo: Sus responsabilidades principescas.
A pesar de que su padre, el rey, le ordenara cuidar de la princesa, no debía de descuidar sus deberes reales y eso jugó con otro factor igual de importante: El tiempo.
Durante tres días no pudo ver a la princesa más que para desearle buenos días antes de desaparecer hasta la medianoche. Esos breve minutos en el desayuno no le bastaban para nada, y durante todo el día su mente no dejaba de pensar en ella. En su cabello, en su olor a jazmín, en sus ojos y en la curva sensual de sus labios.
Sentía que se iba a ahogar en ese deseo de poder probarlos otra vez, sin que exista el riesgo a tener que desaparecer y hacerle daño. Eran unos niños cuando se besaron por primera vez y Kion experimentó lo que era vagar por las nubes, ¿sería la misma sensación luego de unos once años sin saber nada del otro?
Se moría de ganas de sacarse la duda. Pero debía respetar su espacio, debía manejarse con calma y aceptar los pequeños gestos que Fuli quisiera darle.
¡Qué extenuante agonía!
Suspiró con pesadez cuando entró por el arco de la cocina y saludó al cocinero.
—Buenos días, Rafiki.
El anciano levantó la mirada de la palangana donde se estaba lavando las manos y le dedicó una gran sonrisa al príncipe.
—¡Oh, su alteza real, es un placer verlo esta mañana! Hace cuánto que no pasaba por aquí...
Kion rio.
—Nos vimos ayer, y el día anterior a ese, Rafiki —negó con la cabeza y se metió las manos en los bolsillos—. ¿Qué preparaste hoy?
—Un pedido especial para la princesa —se agachó debajo del mesón y sacó una bandeja con una tapa de cristal ocultando lo que sea que haya cocinado. Con cuidado, lo destapó y el olor impregnó las fozas nazales de Kion—. Pastel de frambuesa. Parece que a la princesa le encanta este postre. Me halaga saberlo, pero me gustaría saber cómo se enteró que era exclusivo de mi autoría.
Kion mantuvo la cara inexpresiva y agradeció tener las manos donde Rafiki no pudiera verlas. De lo contrario, hubiera advertido su mentira.
—La princesa suele ser muy observadora, quizás lo vio prepararlo una vez.
—Mmm... sí, puede ser —el cocinero se llevó una mano hasta su cabeza y la rascó un poco—. En fin, ¿va a llevarle el desayuno como siempre, alteza?
Kion asintió y tomó con cuidado la bandeja. Se despidió con un gesto de su cabeza y marchó rumbo a los aposentos de la princesa Fuli. Durante el camino se preguntó si no había perdido mucho tiempo hablando con Rafiki, cada minuto era valioso si con eso podía pasar más tiempo con ella.
Arribó a la puerta de madera bien pulida y llamó. Fuli solo tardó un segundo en abrir. Cuando la hermosa cara de su vieja amiga acaparó toda su visión, por poco no deja caer la bandeja al piso.
—Kion, ya te habías tardado —le dijo con una media sonrisa en el rostro, tenía un brillo precioso en sus ojos. El príncipe tragó saliva.
—¿Estás apurada, princesa? Solo me retrasé cinco minutos —se encogió de hombros, intentando esconder las ansias por entrar—. Además, te traje el pastel de frambuesa que pediste.
Ante la mención del postre, la cara de Fuli se iluminó aún más, si eso fuera posible. Con ávida agilidad, le quitó la bandeja de las manos y entró a su habitación con rapidez para depositarla en la mesa. Destapó la tapa de cristal y el aroma llenó todo el lugar. Fuli casi gimió.
—Oh, cómo te extrañé...
—¿Prefieres la compañía de una tarta a mi presencia? —dijo un poco indignado el príncipe. Ella ni siquiera lo miró cuando picó un pedazo y se lo llevó a la boca—. Grandioso, un pedazo de harina me ganó.
Intentó sonar dolido, pero lo cierto era que ver a Fuli feliz era algo que a él lo alegraba. Deseó poder hacerla feliz todos los días.
Cuando la princesa pareció reparar en que él seguía ahí, picó otro pedazo y se lo extendió.
—¿Como en los viejos tiempos? —sonrió. Kion observó la ofrenda de paz que ella le daba y su estómago dio un brinco.
—Como en los viejos tiempos.
Tomó la mano de Fuli que le ofrecía el patel y se la llevó a la boca para que ella le acercara el trozo. No hizo caso a su leve temblor cuando sus dientes se cerraron en la masa dulce y saboreó ese manjar de los dioses. Fuli bajó la mano.
Kion debía admitir que su sabor era aún mejor que hace unos años. ¿Cómo Rafiki lo lograba? Era un enigma.
Tragó el pastel y le sonrió un poco a la princesa.
—Estuvo delicioso. Es una lástima que ya deba irme.
—Ugh, tú y tus deberes reales —masculló, frunciendo el ceño—. ¿No puedo exigirle a mi guía que se quede hoy conmigo?
Demonios, Kion no quería otra cosa en todo el maldito reino que quedarse a su lado. Pero su padre fue muy claro cuando le dio sus tareas.
—Lo lamento.
—Está bien, cosas de la realeza —Fuli tomó con delicadeza el brazo de Kion y lo empujó fuera de su habitación—. Vete o llegarás tarde.
El príncipe no quería, en serio que no, pero no tenía más remedio que obedecer. Así que avanzó junto a la princesa hasta la puerta. Iba a hacerle una reverencia antes de marcharse, pero Fuli lo detuvo tomándolo por el cuello de su túnica granate. Abrió la boca para preguntar qué ocurría cuando esos sedosos labios se posaron sobre los suyos y presionaron en un beso rápido.
No le dio chance a corresponderle ni a decirle nada cuando ella le cerró la puerta en las narices y el silencio lo absorbió.
Kion no sabía qué pensar al respecto.
~💋~
Nuevamente, y a riesgo de parecer un disco rayado, esto se me hace demasiado corto. 😩
Pero debo confiar en el proceso. ¿Qué tal? ¿Les está gustando? Prometo que el siguiente estará buenísimo, así deba eliminar unas cuantas descripciones. 😂
Los amo, nos vemos mañana.
Besos, Vee.
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KISSPRIL | Kiuli
FanficEn este AU, Kion es el príncipe de las Tierras del Reino, pero ha quedado a cargo de cuidar que la estadía de la princesa que viene de visita a su castillo sea placentera para ella. Lo que él no sabía era que vería a una vieja amiga en las faldas de...