💋~ 26/04: Interrupción.

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El ambiente en los establos no era nada acogedor a esas horas del día. El calor sofocante del mediodía solo lograba que el príncipe sudara debajo del grueso chaleco que debía usar para el almuerzo con su familia en unas horas.

Quería hacerlo añicos si con eso un poco de brisa lo refrescaba.

Pero había sido confeccionado de las telas más finas del reino, y sería una lastima que un trabajo tan bien hecho se desperdeciara. Además, se veía muy guapo en ese chaleco rojo sangre. Y los detalles en dorado bordados a mano le daban el toque.

Pero eso no importaba ahora. No cuando podía soportar ese horripilante calor con tal de ver a la princesa.

Fuli lo había citado en los establos. Le había dicho que la esperara allí, que ella quería mostrarle algo. Y como buen príncipe obediente que era, accedió sin indagar más.

Ahora se arrepentía. Pero de no saber qué esperar.

Empezaba a hartarse de la compañía de los caballos que relinchaban con felicidad al ver a su príncipe, cuando Fuli apareció por el umbral de esa puerta y el mundo se detuvo para Kion.

Oh, que me pise un caballo.

Fuli estaba exquisita. Su vestido de encaje satinado del color de sus ojos lo maravilló. El corsé tenía encaje cosido con pedrería que no dudaba que fueran esmeraldas. E iba bajando hacia las faldas del vestido en una cascada de flores que formaban un bellísimo león en la espalda baja de Fuli. Bello. Precioso.

La princesa se dio la vuelta luego de cerrar la puerta y avanzó hasta Kion. El principe apenas y recordaba cómo pensar.

—¿Lindo, cierto? —dijo ella al llegar hasta él. Dio una vuelta sobre sí misma y las faldas del vestido volaron—. Fue confeccionado por las mejores modistas de mi reino. Supuse que sería buena idea usarlo en el almuerzo de hoy.

Kion apenas asintió. Consciente de que la princesa esperaba una reacción diferente a su pasmo. Pero él...

—Vale, sé que no es la gran cosa y que probablemente te haya desilusionado que esto sea lo que quería mostrarte. Pero, yo...

—Podría besarte.

Las cejas de la princesa volaron por su frente. Sintió la garganta seca, pero eso era justo lo que ella quería.

Kion salió de su estupor y dio un paso cerca de ella. Tomó con delicadeza una de sus manos y la otra la colocó en su cintura. Su mano se acoplaba perfectamente a las curvas de su cuerpo y su corazón brincó de emoción. Notó cómo la garganta de Fuli se movía al tragar saliva y él sonrió.

—Estás preciosa. Pero siento que esa palabra no es suficiente para mí. Necesito algo más fuerte, más real —Kion miró los labios rosados de su amiga y luego a sus ojos de nuevo—. Y si me lo permites...

—Oh, calla —y lo besó.

Él recordaba el roce fastasmal del beso que ella le robó. Pero esto... Esto era completamente diferente. Kion le correspondió con la misma intensidad y de repente el calor de los establos aumentó, sacándole la respiración. O quizás era el beso.

Pero lo cierto fue que en un intento por apaciguar ese fuego en su piel se desprendió del chaleco a toda velocidad. Las manos de Fuli lo ayudaron a sacárselo de encima y Kion lo lanzó a algún lado. El beso nunca se detuvo.

Solo se alejaron un instante para agarrar aire, Kion constató que su camisa blanca estaba sudada y de inmediato se sintió algo avergonzado. Pero su cerebro no fue capaz de formular otra cosa cuando las delicadas manos de Fuli lo tomaron del cuello y la jaló hacia sus labios de nuevo.

El príncipe no pensaba en nada. En nada salvo en el sabor dulce de las frambuesas que a ella tanto le gustaban. Era embriagante. Podía perderse en ese sabor por años y jamás cansarse. Era adictivo. Era...

Fuli jadeó de repente al chocar contra las puertas de un cubículo, pues Kion la había arrinconado casi inconscientemente. Y ese pequeño sonido, esa abertura de sus labios por la sorpresa... El príncipe no sabía qué pensar al respecto. Pero le gustaba. Le gustaba mucho.

Llevó una de sus manos a su mejilla y acarició el lunar en forma de corazón que de niño lo enloquecía y Fuli se estremeció. Le agarró con más firmeza del cuello de la camisa, como si temiera que él se fuera a ir.

Kion no iría a ningún lado. No si la tenía a ella entre sus brazos.

Afianzó más el beso, aprisionándola. Empapándose de su aroma y grabando en su memoria cada uno de sus gestos, de sus respiraciones y de sus besos. Podía vivir de ello por siempre.

Un caballo relinchó y una sinfonía de sonidos inundó el establecimiento. No le hubiera importado en absoluto si no fuera por el llamado de la puerta.

—¿Hola? —gritó alguien por encima del sonido de los caballos. Volvió a tocar la puerta—. ¿Su alteza está ahí?

Kion maldijo en voz baja ante la interrupción y Fuli rio, jadeante. Sus labios se veían hinchados y hermosos. Deseó poder volverla a besar...

—¿Alteza? —tocó nuevamente e intentó abrir, pero la puerta estaba trabada desde dentro.

Kion miró a Fuli y ese destello malvado en sus ojos le dijo todo lo que necesitaba saber. Tramposa.

Pero la persona seguía insistiendo, convencido de que él estaba allí dentro. Quizás subestimó el conocimiento que tenían los que habitaban el palacio. Ya que él amaba pasar tiempo en los establos. Bufó.

—Sí, aquí estoy —dijo Kion—. ¿Sucede algo?

—Disculpe que lo interrumpa, alteza, pero solicitan su presencia en el comedor real. La princesa Fuli también debe estar presente, pero no la encuentro por ningún lado.

Y no lo haría. Fuli se tapó la boca para ocultar una risa. Kion suspiró. ¿Tenían que comer justo ahora?

—Ahorita voy a buscar a la princesa. Gracias por informarme.

—Para servirle, alteza.

Escuchó cómo los pasos desaparecían y se relajó. Luego miró a la risueña Fuli y le apuntó con un dedo.

—Esto no se quedará aquí.

Ella solo se echó a reír.

~💋~

😏😏😏

El siguiente lo van a disfrutar mucho. Ya nuestra parejita está dando sus pasos importantes y nosotros sabemos qué significa.

Espero les haya gustado. Nos vemos mañana<3

Besos, Vee

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