Charlie
—¿Te vas a bajar?
El taxista me miraba con cara de pocos amigos y lo entendía. No era lindo que la gente no encontrará su billetera o no tuviera con qué pagar, sabía que era mala idea subirse al taxi pero llegamos tarde. Pude pagar y bajamos del taxi.
Letty me observaba mientras yo ponía todo en su lugar, su mochila, su campera. Todo. Hoy me tocaba dejarla en la escuela porque mamá turnaba doble en el hospital. Ayudaba a mi familia en todo lo que podía, papa murió de joven y me toco hacerme responsable de muchas cosas. Madurar rápido no es para cualquiera y me di cuenta porque no era para mi, era un desastre.
—Charlie, tomé todo lo que necesito para la escuela. Además mamá miro mi mochila, no íbamos a dejar que tu hicieras todo cuando sabemos que no sabes donde tienes la cabeza— Sonreí ante las acusaciones de mi hermana de ocho años. A juzgar por su pequeña edad, ella era más madura que yo, papá murió poco después del nacimiento de Letty.
—Lo sé, lo siento. Quería asegurarme de que no se me olvidara nada.
—Y nada se te olvida. Ve a trabajar ¿Pasaras por mi luego? — Asentí con la cabeza, ella se dio media vuelta y marchó para la entrada de su colegio. El colegio de Letty era el que más plata nos quitaba a fin de mes, era un colegio bueno, el mismo donde estudie yo. Mamá tenía ahorros para mi universidad pero le dije que los usara para la educación de Letty, prefería eso, yo ya podría solo.
Camine por las calles largas de Nueva York, tenía que estar en el bar antes que los clientes, ya que yo lo habría, caminando lentamente con el viento en contra, vi volar un periódico que cayó justo en mi cara. Me lo aparté rápidamente, por suerte no estaba cruzando la calle o mi vida ya estaría en manos de Dios.
Observe el periódico y lo primero que vi fue la imagen de la familia Smith, con sus pelos rubios tan distintos a los otros, tan inalcanzables, con sus billeteras llenas de dinero. Ellos sí que no se preocupaban por la educación, o por pagar el taxi, no, ellos tenían a gente que hacía ese trabajo por ellos. No los odiaba, yo voté por él, es un buen hombre, y un buen político. Pero sí que podía llegar a decir que tenía envidia de sus vidas, en especial de ella, nunca le faltaría nada gracias al dinero de papi.
Llegué al bar de Kenny, estaba todo apagado, prendí las luces y me quite la chaqueta y el gorro, trabajaba aquí desde hace dos años ya. Kenny era un jefe estupendo pero el salario no me alcanzaba para todos los gastos que había en casa.
—Oh ya llegaste. Pensé que tenía que abrir yo y me apresure a venir— Kenny había entrado por la puerta con el periódico en la mano. Era un hombre no tan alto, robusto y de cabello blanco. Era un hombre mayor ya, pero su bar atraía mucha clientela que consumía cafeína, era el mejor y estaba bien ubicado. Cerca de la academia de danza, del hospital, era por uno de los tantos motivos que no cerraba este lugar a pesar de su edad.
Luego de unas horas el lugar rebalsaba de gente, esta vez las rondas me tocaban solo pero yo no atendía las mesas, eso lo hacían las chicas yo solo preparaba el café, el mejor del mundo. Muy pocas personas eran las que no toman cafeína y prefieren otra cosa. Yo conformaba el grupo de la gente que prefería otra cosa antes que la cafeína, salvo cuando me tenía que mantener muy despierto.
—Charlie, ven ayúdame con la computadora.
—¿Qué le pasó ahora?
—Sabes que no soy bueno con estas cosas de ahora. Y tú eres un genio de la informática, ¿no? Ven vamos— Desde niño era bueno en todo que se refería a tecnología, no pude ir a la universidad por la poca plata que contábamos en casa, aunque me ofrecieron varias becas tuve que rechazar todas, no podía dejar a mamá sola con Letty.
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La Suerte está Echada
Teen FictionAmará es un chica de buena familia, su padre es el alcalde de la ciudad. Charlie vive en un barrio simple, siempre tienen los justo y lo necesario. Amará es una bailarina frustrada, por su rutina de siempre, por tenerlo todo. Charlie está siempre...