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   Francisco venía al pueblo ocasionalmente. Cuando lo hacía se quedaba en la casa de sus padres y como siempre había sido demasiado sociable, utilizaba los días que pasaba allí para saludar a la mayoría de los habitantes. Por ser su mejor amigo, yo tenía algún tipo de privilegio porque a mí me quiso ver todos los días.

   El treinta y uno de diciembre por la tarde fuimos a la laguna, que era el único lugar un poco turístico que había. Estaba llena de gente y él saludó a todos los que conocía, uno por uno, y no sólo eso sino que también les preguntó por sus familias, por sus negocios o por sus mascotas. Al principio lo acompañé, después me aburrí y me quedé sentado en una lona mientras lo veía, sin entender cómo podía existir una persona tan amable.

―Vos estás cada día más buena onda, Esteban ―me dijo al terminar su recorrido y volver conmigo.

―Me saca energía hablar con la gente.

―Ya sé ―se rió y me miró―. Te quería proponer algo en relación con lo que hablamos el otro día.

―¿Qué cosa?

―Esto de si estás soltero por decisión propia o por otra razón ―explicó ―estuve pensando y creo que te haría bien venir a Capital un tiempo, te puedo conseguir un trabajo y te podés quedar en mi departamento.

―Es una locura, Fran.

―¿Por qué? Te dí soluciones a lo único que podía ser un problema; el trabajo y el alojamiento ―enumeró―. Te descargas alguna aplicación de citas y listo, vas a conocer a muchas más chicas de las que conocerías si te quedás acá.

―Nunca dije que no era mi decisión estar soltero.

―No, pero cuestionarlo no es un buen indicio.

―Te digo que la gente me saca energía y querés llevarme al lugar del país donde más gente hay.

   Hizo un gesto con la mano, como restándole importancia a ese argumento. A veces Fran me decía que tenía actitudes de viejo gruñón, y justamente odiar a todo el mundo le parecía la peor.

―Decime la verdad, ¿seguís enamorado de Jazmín?

―Por Dios, no.

   Jazmín había sido una chica con la que salí durante el último año del secundario, que ni siquiera la pude considerar como una pareja. Fue una pseudo relación por la que nadie apostó nada, parecíamos sacados de una película de bajo presupuesto con la trama de la chica popular y el chico introvertido. Y así nos fue, el día que egresamos no nos vimos más, yo seguí con mi vida en el pueblo y ella se fue a no sé qué país a estudiar periodismo.

  Fran me observó unos instantes y al llegar al conclusión de que no le mentía, asintió con la cabeza.

―Entonces, ¿cuál es el problema? ―Preguntó y me frenó con la mano antes de que pudiera abrir la boca―no me digas nada, pensalo, ¿qué más querrías que estar cerca de tu mejor amigo todo el tiempo?

―Lo voy a pensar, pero no te prometo nada.

    Soltó un gritito de emoción y me pregunté si sabía la respuesta que iba a darle antes que yo mismo. En ciertos aspectos él me conocía mejor que nadie.

   No regresamos muy tarde porque nos teníamos que preparar para la cena de fin de año, además, era en lo de sus padres y tenía que ayudarlos a preparar todo. Mi casa estaba dos cuadras antes que la suya así que nos despedimos con un abrazo en mi puerta y me quedé viéndolo hasta que dobló en la esquina. Pensé que los meses que Francisco no estaba eran aburridos y monótonos, quizás no era tan mala idea irme con él por un tiempo.

220; esteban x francisco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora