siete

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   En las siguientes semanas fue imposible hablar con Fran porque casi nunca coincidíamos, cuando yo llegaba de la cafetería él me decía que se iba a cursar o a su trabajo y volvía muy tarde, si es que volvía. Sabía que me evitaba a propósito; no cursaba tantas horas ni trabajaba tanto, y también sabía que tenía que darle lugar a que se le pasara lo que fuera que sentía, no quería presionarlo.

   Los dos martes que habían pasado ni siquiera había pisado el edificio, así que supuse que aquella noche tampoco lo haría. Nacho me había invitado a un recital de una banda local que le gustaba y al salir del evento, yo lo invité un rato al departamento. No le dije que se quedara a dormir porque no pensaba acostarme con él todavía, pero sí tenía ganas de besarlo. Era la segunda vez que salíamos, la primera fue el sábado anterior; me había llevado a una tienda de vinilos y después a cenar. Yo no era del todo consciente de que era una cita y lo tomé como una salida sin mucha importancia hasta que estacionó en la puerta del edificio y me besó. Al principio me mareó un poco, luego le seguí el beso porque era dulce y me gustaba. 

   Bajé del auto preguntándome si debería sentirme diferente ante el hecho de estar abierto a la posibilidad de que me gustaran los hombres. Sabía que para Francisco no había sido traumático pero él nunca lo dudó, en cambio yo recién cuestionaba mi sexualidad a mis treintas, cuando, al menos para un pueblerino, se suponía que tenía que estar casado y por tener hijos. Muy en el fondo algo me decía que si me gustaban los hombres, entonces no estaba roto, sino que todos esos años había buscado mal, por eso no podía llevar adelante las citas con mujeres ni me interesaba conocer a ninguna. La idea no me perturbaba, me aliviaba, me hacía creer que de ser así, las cosas adentro mío podían reacomodarse de una manera mucho más armónica.

   En fin, la búsqueda de esa armonía fue lo que me llevó a invitar a Nacho ese martes, y a su vez, lo que nos llevó a estar besándonos en el sillón, con las luces apagadas y los pantalones desabrochados. Con Coming Up de Suede que musicalizaba la madrugada demasiado fuerte como para tapar el sonido del ascensor que llegaba al piso, de la llave que giró en la cerradura, de las patas de Artemisa que corrió hacia la entrada. Demasiado fuerte para hacer algo hasta que fue muy tarde.

   Fran prendió las luces y se quedó parado en medio de la sala. Me separé de Nacho y traté de no hacer contacto visual con mi amigo, no quería asumir las consecuencias de haber llevado a alguien después de haberle pedido a él que no lo hiciera.

―Hola, Fran, ¿cómo va? ―dijo mi cita, pero él no lo miró, intuía que tenía sus ojos clavados en mí y cuando por fin me animé a mirarlo, bajó la vista hacia mi pantalón.

―Nacho ya se va ―expliqué luego de apagar la música ―vino un rato, no se iba a quedar a dormir.

―Que se quede si quiere, me da igual ―habló por primera vez desde que entró ―yo vine a saludar a Arte y me voy.

―No, no te vayas ―le pedí, realmente necesitaba hablar con él.

―El voyeurismo no es lo mío ―respondió, lo que hizo reír a Nacho.

―No estábamos haciendo nada.

―No, ya veo ―se agachó para acariciar a la perra y me miró ―¿les quedan chicos los pantalones que los tienen que usar desprendidos?

   Era la primera vez que utilizaba ese tipo de humor ácido conmigo, cuando lo hacía con los demás era porque se sentía atacado y quería defenderse, o porque quería dejar en ridículo a alguien, y yo no sabía cuál de las dos opciones me dolía más. Quise convencerme de que las cosas que decía eran sólo para Nacho y le pedí que se fuera.

   En el ascensor trató de besarme de nuevo y lo alejé, no tenía energía para enfocarme en nada que no fuera salvar mi vínculo con Fran. Solamente le dí un beso corto antes de que saliera y volví a subir para encontrar que el departamento estaba vacío. Francisco había esperado que saliera y había bajado ocho pisos por las escaleras para no cruzarse conmigo, era la peor forma de evadirme que podría haber llevado a cabo. Sentí una presión horrible en el pecho y contuve las ganas de llorar. Artemisa se había acostado en el sillón y la imité, con cuidado de no aplastarla. Nunca fui un gran amante de los animales, aún así, esa noche agradecí tener su compañía y me pregunté si ella notaba la distancia entre las personas. Deseé que no, porque ya había vivido la ruptura de una pareja en el pasado y era muy probable que estuviera experimentando la ruptura de una amistad.

―Por favor, no ―susurré. No creía en nada pero si había alguien, una presencia, una energía, incluso Dios escuchándome y me podía dar una mano con la situación, lo agradecía mucho.

   Dos días más tarde me desperté cuando se encendieron las luces de la cocina. Miré la hora; eran las cinco de la mañana y a pesar de que odiaba levantarme temprano, lo hice igual. Caminé hasta allí y finalmente encontré a Fran que jugaba con la perra mientras esperaba que se hiciera el café. Estaba sonriente, lo cual lo tomé como un buen presagio.

―¿Buen día? ―Pregunté, porque el cielo seguía oscuro. Tenía la voz ronca y en el reflejo de la heladera ví que mi pelo no estaba en sus mejores condiciones.

―Buen día ―respondió él, ya no sonreía pero tampoco parecía dispuesto a irse como la última vez ―perdón si te desperté.

―No pasa nada ―me acerqué un poco y decidí que lo mejor era ir al grano―: necesito que hablemos, Fran, es una tortura que me evites así.

―No te evito, tengo muchas cosas que hacer.

―Igual que siempre, pero antes buscabas la forma de pasar tiempo conmigo.

―Antes no necesitabas que te dejara el departamento para que pudieras traer a tu novio.

―¿Tengo que tomar tu ausencia como un favor? ―Decidí ignorar que usó el término "novio" porque me parecía muy infantil entrar en esa discusión ―no quiero que me dejes solo, quiero pasar más tiempo con vos, necesito preguntarte miles de cosas. Fran, sos la única persona que me puede ayudar a entender lo que siento.

―¿Si? Yo creo que Ignacio te está ayudando bastante bien.

―Nacho no es mi amigo, vos sí.

   Puso un poco de café en un vaso térmico y me rodeó para salir de la cocina.

―Me voy a correr ―anunció ―todavía queda algo en la cafetera si querés.

―¿Desde cuándo salís a correr? ―Indagué, y lo seguí hasta la puerta―. Además, no podés tomar café si corres, te va a hacer mal al corazón.

―Sí, bueno, muchas cosas me hacen mal al corazón y acá estoy.

   Cerró y a los pocos segundos escuché el ascensor. ¿Era una indirecta? Pensé que una de las posibilidades era que como le gustaba Nacho le molestaba que yo saliera con él, pero no tenía mucho sentido porque en ese caso no se acostaría con Mateo.

   Me serví el café que quedaba en una taza y volví a la sala. Subí la persiana y me puse a ver cómo se despertaba la ciudad. De repente se me cruzó un pensamiento, un destello que me iluminó la mente durante un instante; existía la mínima probabilidad de que el cambio de comportamiento de Fran no fuera por Nacho, sino por mí. Intenté descartar esa teoría porque era bastante ilógica, me parecía imposible que pudiera ser mi amigo durante tantos años si sentía algo más. Aparte, él me había ayudado a salir con Jazmín en el secundario, me había dicho que hacía linda pareja con Rebeca, me había propuesto mudarme para que tuviera más citas. Si yo le gustaba no hubiera hecho nada de eso.

   Pero, ¿y si era así? No tenía idea cuándo podría haber sucedido, toda mi vida asocié su persona al rol de mejor amigo y puede que por eso haya pasado por alto señales, o que él lo haya disimulado lo suficientemente bien como para que yo no me diera cuenta. Por otro lado, si era así, no sabía si era recíproco, nunca me puse a pensar si tendría algo con Fran. Por supuesto me parecía hermoso, no era ciego, y estaba convencido de que era el ser más bueno y gracioso que existía, sin embargo no sabía si estaba dispuesto a arriesgar el mejor vínculo que había construido por algo que no tenía ninguna garantía de que iba a salir bien.

   Terminé el café y traté de pensar en otra cosa sin dar por sentado nada. Dentro de dos días, una semana, un mes, o cuando a Francisco se le ocurriera aparecer de nuevo, lo obligaría a hablar, ya le había dado demasiado tiempo para que ordenara su mente.

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pregunta seria (mentira) el cap que sigue tiene como 3000 palabras pero hay pocos diálogos y mucho monólogo interno de tebi recordando la infancia, prefieren que lo divida en dos o igual todo en uno?

otra cosa más importante, gracias por leer y comentar, amo y me hace feliz que les guste lo que escribo 💌

220; esteban x francisco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora