cuatro

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Abrí los ojos y lo primero que sentí fue un cosquilleo en la cabeza, pensé que Artemisa jugaba con mi pelo y al tratar de moverla me encontré con la mano de Fran.

―Bienvenido al mundo de nuevo ―me dijo ―pensé que te iba a tener que llevar a que te hicieran un lavado de estómago.

―No tomé tanto.

―No sé cuánto tomaste pero que te pegó fuerte no lo podés negar ―me puso la mano en la frente, como si quisiera comprobar que no tuviera fiebre ―¿cómo te sentís?

―Tuve días mejores.

Me dolía la cabeza y tenía náuseas pero lo peor de mis resacas era el cansancio físico y el mal humor con el que me dejaban. Fran me hizo un gesto para que le hiciera un lugar y se acomodó en el sillón conmigo. Apoyó su cabeza en mi pecho y me miró. Por inercia mi mano se desplazó hasta su espalda y comencé a acariciarlo por encima de su remera.

―¿Me vas a contar algo de anoche o no?

―Hubieras prestado atención, tu amigo Nacho vió todo.

―Contame, dale ―pidió.

Me negué y él puso sus ojos de perro mojado porque sabía que siempre funcionaban conmigo. Había algo en la forma en la que abría mucho los ojos y en cómo los entornaba, o en la manera de intencionar la mirada que me mataba de ternura y accedía a cualquier cosa que me pidiera. Por ende, le conté.

―Estuviste con tres chicas en una noche, y yo pensaba que tenías problemas para relacionarte ―dijo después de escucharme.

―Chapar no es estar con alguien, y sí tengo problemas para relacionarme porque lo hice en pedo y no lo disfruté mucho.

―¿Le vas a escribir a Pilar?

―No sé, ¿debería?

―Probá, si te aburrís mucho en la cita no le hablas más y listo.

―¿Todo lo solucionas así de rápido?

―Sí, amor, la vida es muy corta para hacerse problema por todo, salís con ella y si no hay feeling cuando cogen no se ven más, así de simple.

―No todo es sexo, Fran.

―No todo es sexo hasta que lo estás teniendo y la pasas mal.

―¿Con vos nadie la pasa mal?

―Obvio que no, yo puedo ca...

―Bueno, bueno, sin detalles ―lo interrumpí tapándole la boca con la mano y un segundo más tarde sentí su lengua en mi palma―. ¡Flaco, sos un asco!

Se rió y me abrazó. Seguía apoyado en mi pecho pero ya no me miraba y yo sólo podía ver su pelo. Continué acariciándole la espalda mientras pensaba en lo mucho que reprimía todo lo que lo extrañaba cuando yo estaba en el pueblo y él no. Había pasado un día y ya me imaginaba lo triste que iba a ser volver.

―Escribile ahora ―dijo ―ponele "hola, linda, ¿qué hacés esta noche?"

―¿Cómo le voy a decir linda así de una? Quedo como un desubicado

―No, vos confiá en mí.

―Sí, porque seguro te levantas a muchas minas.

―Sí, y sin hacer nada ―respondió con un tono genuino ―no sé por qué, me ven y automáticamente les gusto.

―No todos tenemos tu suerte.

―No todos pero vos sí ―me miró y me sentí obligado a correrle el flequillo de la frente ―sos súper lindo, te falta creertela un poco más, podés salir con quién quieras, es cuestión de actitud.

220; esteban x francisco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora