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DURANTE EL RESTO DE LA TARDE HABLÉ CON RHAENYRA, en lo que sería mi habitación, para ser de tiempos diferentes las conversaciones no parecían cambiar mucho. Teniendo en cuenta que ella tenía diesisiete años y yo tna solo trece, a unas pocas semanas de los catorce, congeniamos muy bien. Me habló sobre Kings Landing, los siete reinos y como se vivía. Incluso hablamos de mi tiempo, ella quedó muy impresionada por el futuro, incluso me suplicó que si algún día volvía, que la llevaría conmigo y poder conocer un mundo completamente diferente.
No pude evitar entristecerme por ello. Extrañaba mi hogar, no sabía cómo estaría ahí ahora. Extraño. Amis amigos, mi ciudad, mi familia. No sabía cuando volvería, pero haría todo lo que estuviera en mis manos para intentarlo, aunque me llevan años y sabía que mi familia haría lo mismo. O quiero pensar eso.
Ya era el día siguiente, extrañamente las camas son cómodas. Eso no me lo esperaba, aunque no pude dormir casi nada, el pensamiento de mi hogar me atacaba sin fervor. El simple pensamiento de no volver me aterraba, ya lloré ayer hasta quedarme dormida y algo me dice que haré el mismo ritual todas las noches.
El desayuno fue algo muy incómodo. La mirada fulminante de la reina me helaba la sangre Era muy obvio que me odiaba, sobretodo por como el rey le había gritado frente a todos por mi.
Al menos disimule, bruja.
Ahor ame encontraba caminando por la playa, mis pies hacían contacto con la arena y sentía una paz. Al mirar al mar no pude evitar cerrar los ojos y admirar ese sentimiento. Siempre fui alguien a quien le gustaba la tranquilidad y algo me decía que este sería mi lugar favorito para estar.
Derrepente escuché pasos detrás mío, hasta situarse al lado mío, abrí los ojos y gire mi cabeza hacia el intruso y me sorprendí al encontrarme con Aeryon mirando al mismo lugar que veía anteriormente.
—¿Estás siguiendome acosador? —lo acuso con la mirada entre cerrada hacia el.
La suya se muestra ofendida.
—Claro que no, salí a dar un paseo en mi dragón y al regresar te vi vagar por la playa.
Dragones.
Esa palabra se repetía en mi mente y no podía dejar de pensar en ella.
—Espera... digiste ¿dragones?¿como los seres mitológicos? —podría jurar que mi expresión de sorpresa y emoción se notaba a kilómetros.
—¿No poseen dragones de donde vienes?
Negué.
—En mi tiempo se cree que son un mito.
Voltea de nuevo hacia el mar.
—Que futuro más de mierda —expresa con ironía.
Un poco indignada lo empujó del hombro de manera juguetona, a juzgar por su mirada impresionada y un poco confundida me arrepentí.
