6. Bienvenida.

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Se escudriñaban la mirada y los gestos de forma parsimoniosa intentando entender lo que pasaba en cada una, se supone que habían perdido sus almas y que no deberían tener sentimientos, pero entonces qué era aquella energía que les recorría el cuerpo, qué era ese hueco en sus adentros, qué era esa emoción que se había dibujado en el brillo de sus ojos y, sobre todo, qué demonios era esa necesidad de no soltarse de la mano. El tiempo pareció detenerse una eternidad hasta que Valentina se atrevió a hablar.

- ¿Quién eres? – la morena rompió el contacto de sus manos al no poder contener más el hormigueo.

- Te acabo de decir mi nombre – la ojiazul se sintió un poco tonta y clavó su vista en el suelo algunos segundos.

- ¿Qué te trae por Telluride? – preguntó.

- Una nueva vida – respondió con cierto sarcasmo.

- Vida no es precisamente lo que tenemos – comentó – Dime que no has venido a causar problemas, por favor.

- ¿A qué te refieres? – se volvieron a mirar a los ojos.

- Esta es gente buena, los aprecio, y no deseo que nada pueda perturbar su tranquilidad y seguridad – explicó – Los vampiros solemos ser un poco impresentables la mayoría de las veces.

- Tú eres uno de nosotros – señaló y ella asintió. En sus ojos pude ver la tristeza al escuchar aquellas palabras – No tienes que preocuparte, no vine a causar problemas, lo prometo, estaba cazando animales en Sudamérica y decidí descansar una temporada. Este pueblo es muy lindo y tranquilo, creo que me hará bien estar un tiempo aquí si no te molesta.

- Por supuesto que no, solo necesitaba asegurarme de que todo estuviera bien porque desde que empezaste a acercarte mis sentidos enloquecieron y temía lo peor – confesó.

- Me pasó exactamente lo mismo, pero fue raro. Quiero decir una que otra vez me he cruzado con ciertas criaturas, sin embargo, contigo es diferente – habló con la certeza de que Valentina se convertiría en alguien importante para ella si no es que ya lo era - ¿Llevas mucho tiempo como vampira? – se atrevió a preguntar.

- Jamás se le pregunta la edad a una mujer, deberías saberlo – bromeó y ambas sonrieron - ¡Bienvenida a Telluride! – dijo con media sonrisa y la pelinegra no pudo evitar perderse en el parecido de sus ojos a los de una pantera. Eran preciosos y despertaban en ella esa sensación de haberlos visto muchas veces antes, pero era imposible o al menos eso creía – Soy la dueña de Full Moon, cuando quieras pásate por allí y te invito una copa.

- Primero me odias y ahora me invitas una copa, eres muy rara – respondió sonriente.

- Ni una cosa ni la otra, solo soy buena anfitriona – por más que lo intentaban no podían contra el magnetismo que había entre ellas - ¡Cuidado con el amanecer! – fue lo ultimo que dijo antes de perderse en la oscuridad. Juliana no pudo contener la sonrisa que se dibujó en su rostro, era la primera vez que sentía algo como eso. Se fue a casa y no dejó de pensar en la hermosa y enigmática ojiazul ni por un segundo, el amanecer la sorprendió leyendo algunos libros antiguos que había recolectado a lo largo de los años. Ninguno hablaba de Valentina, lo más parecido a su descripción era la leyenda de una última descendiente de los Velardi que contaba sobre una poderosa vampira que sobrevivió a la batalla final entre los dos grandes clanes antiguos. Se decía que Farah había huido de la batalla y conformado un nuevo clan que se mantenía oculto entre los humanos. Tal vez Valentina era uno de ellos.

A la mañana siguiente, en el bar, la castaña acomodaba las mesas antes de abrir y sonreía de oreja a oreja. Las sensaciones de la noche anterior seguían revoloteando en su cuerpo y no podía evitar pensar en Juliana, era la primera vez que se cruzaba con alguien como ella y no solo por ser vampira sino por su nivel de belleza. Su rostro hermoso, de contornos esculpidos por las manos de un experto y delicado artista, sus ojos, profundos y luminosos, reflejaban calma, curiosidad y pasión en la mirada. Cada rasgo en ella era maravilloso, absolutamente atrapante y seductor.

Pacto de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora