9. Echarlo a Perder.

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La pregunta de Valentina dejó a Juliana pensativa y silenciosa por algún rato, cómo saber si alguna vez se enamoró si no recordaba su vida anterior y su existencia como criatura de la noche había estado marcada por la soledad y la tristeza. Era imposible de responder en tiempo pasado, pero el presente se encontraba justamente en frente y las ganas de quedarse perdida en aquellos orbes azules no mentían. Las cosas que gritaban sus sentidos no se podían comparar con nada, tenerla cerca, percibir su aroma, escuchar su sangre recorrer sus venas, oír el sonido de su voz y su risa la invitaban a decir que sí, que también estaba enamorada. Sin embargo, algo la detenía, tal vez el miedo de la inexperiencia, tal vez los celos por haberla visto tan confidente con la chica en el bar o simplemente temor a que la más alta no pudiera entender su pasado. Se encontraba frente a un ser noble, incapaz de hacer daño a nadie, así que no podría ni debía mentirle sobre su pasado y las consecuencias que un día iba a enfrentar. Su clan jamás la perdonaría por haber huido y llevarse consigo el libro sagrado, esa era su condena y un día pagaría. No sería justo arrastrarla a algo en lo que no tenía responsabilidad alguna.

- ¿Lo dices por Samantha? – preguntó y la castaña frunció el ceño.

- Por supuesto que no – dijo de inmediato – Ella es solo una amiga, además, es humana y sabes que no sería correcto.

- Pensé que a lo mejor sentías algo por ella, viste que está de moda en la tele eso de los romances entre vampiros y humanos – comentó intentando quitar seriedad al cuestionamiento de la ojiazul.

- Eso es porque piensan que no existimos y nos han recreado en sus más locas fantasías – sintió cierta incomodidad en la pelinegra - ¿Dije algo malo?

- No, tienes razón – huyó su mirada – Es imposible.

- Dime la verdad, por favor – pidió y la morena suspiró profundamente como acto reflejo de su entrenada respiración.

- ¿Qué quieres que te diga? – volvió a mirarla fijamente - ¿Qué estoy enamorada de ti? ¿Qué siento celos de Samantha? Porque no es así, y tú tampoco lo estás de mí. Lo que pasa es que, por primera vez, has encontrado a alguien de nuestra especie y me ves como una tabla de salvación a tu soledad – la mirada de Valentina se entristeció y se hizo más clara que nunca – No me conoces ni sabes quién soy o de dónde vengo.

- Eso tiene solución – propuso – Si algo nos sobra es tiempo, podemos conocernos y descubrir más cosas en común, pero está claro que no quieres hacerlo – su voz se cargó de tristeza y cierta melancolía - Olvídalo, por favor, fue un error. Evidentemente no estamos en la misma página, siento haber dejado que Enid me llenara la cabeza con sus ideas y todo eso – Juliana quería llorar porque sabía que su frialdad le hacía daño a la dulce chica, pero era mejor así – Descansa, nos vemos mañana.

- Tú también – dijo antes de irse corriendo mientras secaba sus lágrimas y el hueco en su pecho dolía como si una estaca la partiera en dos.

Esa noche Valentina no pudo dormir, se sentía ridícula, tonta cual adolescente que ha declarado su amor y fue rechazada, decidió escribir un poco y liberar todas esas sensaciones que cargaba desde que Juliana había aparecido en su vida. La luz del día la sorprendió meditando para calmarse, evitaba por todos los medios posible que la bestia en ella saliera porque conocía lo peligrosa que era. Su fuerza crecía con los años, así como su agilidad y poder, entonces era mejor evitar una tragedia y contener todo aquello que desde la noche anterior la atormentaba.

- ¿En qué pensabas, Valentina Carvajal? – se decía a sí misma – A veces ni siquiera parece que tiene más de 120 años – se fue al baño para hacer su rutina de higiene matutina y luego se dirigió al bar para abrir y organizar las cosas para servir el desayuno de aquel día. A Enid le fua muy fácil descubrir que algo le había ocurrido, la veía triste y algo dispersa.

Pacto de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora