Capítulo 3

25 2 0
                                    

Después del almuerzo y pasar una bonita tarde con él paseando, el regreso del camino es reemplazado por una ruta desconocida. Los mil pensamientos invaden mi mente, como un enjambre de mariposas inquietas. ¿Será un lugar que conozco o algo completamente nuevo?

A medida que nos alejamos del bullicio de la ciudad, puedo percibir cómo el paisaje se desvanece en el retrovisor. Nos sumergimos en un silencio contemplativo, cada uno absorto en sus pensamientos mientras el coche devora kilómetros de asfalto.

En cuanto avanzamos, la naturaleza se despliega ante nosotros con una majestuosidad inesperada. Los arbustos colosales bordean el sendero, como guardianes verdes que marcan el camino hacia un santuario desconocido. La belleza del trayecto es innegable, un tapiz vivo que se extiende hasta donde alcanza la vista.

Finalmente, llegamos a nuestro destino, una casa que se alza orgullosa en medio de un paisaje que quita el aliento. La naturaleza aquí se muestra en todo su esplendor, ofreciendo un espectáculo de colores y formas que solo puede ser descrito como un lienzo divino.

Él estaciona su vehículo con cuidado, y juntos, salimos del coche. Me quedo inmóvil por un momento, simplemente admirando la vista panorámica que se despliega ante nosotros. Los árboles gigantes se alzan como monumentos naturales, y la casa, con su presencia discreta, parece rendir homenaje a su entorno.

—Es hermoso aquí.—le digo

—Tú eres hermosa.—me toma por las caderas.
Suelto una pequeña risa para luego besarlo.

Cruzamos el umbral de la pequeña casa de campo, cuyo diseño moderno contrasta con la rusticidad del paisaje. Su interior es acogedor, una fusión perfecta de elegancia y confort que invita a la relajación y al disfrute de la paz que solo la naturaleza puede ofrecer.

—¿Quieres algo de tomar?—me pregunta.

—Si, agua por favor.—le pido.
El se dirige al refrigerador, sirve un poco de agua para luego regresar a mí con el agua.

—Gracias.—le agradezco al extenderla.
La tomo para darle un pequeño sorbo.
Es evidente que su compañía es algo que anhelo profundamente, y albergo la esperanza de que mi percepción sea acertada.

Dejo mi cartera en el sofá. Él me envuelve en un cálido abrazo, y yo continúo contemplando la majestuosidad de nuestro entorno a través del vasto cristal de la ventana.

—Será necesario que realice un viaje perentorio a Nueva Zelanda con el propósito de ultimar y concluir una transacción.—dice tranquilamente.

Las palabras que pronuncia siembran en mí una semilla de duda, dejándome sumida en un mar de incertidumbre, sin poder descifrar el verdadero significado de sus enunciados.

—No entiendo, ¿cuando?—frunzo el ceño.

—Mañana por la tarde.—contesta tomando mi mano.—Inicialmente, iba a pedirte de tu compañía. No obstante, soy consciente de que es imposible, dado a tus compromisos y obligaciones con la universidad.

—¿Por cuantos días?—pregunto.—¿Por varias semanas?

—No, por supuesto que no. Solo será por cuatro días.—me abraza.
Aunque mi corazón desea estar a su lado, cierto mis obligaciones me lo impiden, sin embargo, no puedo evitar desear que fuera posible. En mi mente, esos días se extenderán como una eternidad, y ahora comprendo la razón detrás de este instante tan singular.

Nos acomodamos en el sofá con forma de U, y mi mirada se ve irremediablemente atraída hacia su rostro.

Una parte de mí se sumerge en la tristeza debido a los escasos momentos que compartimos, vivir juntos no ha resultado ser como imaginaba, pero a pesar de ello, valoro y disfruto cada segundo a su lado.

Me Verás De Nuevo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora