capitulo 27

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Aun no es de noche cuando Edward la lleva de regreso a su casa, habían pasado varias horas tirados sobre la manta blanca. La cabeza de Jessica en algún momento había terminado apoyada en el brazo del Cullen mientras ellos únicamente hablaban, reían y comían los dulces de chocolate. Al principio Edward no había querido comer, pero cuando Jessica noto que él no estaba comiendo se preocupó e insistió en que comiera él lo hizo.

Habían pasado casi toda una tarde tranquila y probablemente se habrían quedado más tiempo de no ser porque de repente empezó a llover. Como era común en Forks, el clima cambió rápidamente, y el ambiente se enfrió varios grados en cuestión de minutos.

Una de las manos de Edward descansaba sobre el volante mientras que la otra estaba sobre la de Jessica. A pesar de la temperatura baja del Cullen, el simple contacto de su piel provocaba que un calor eléctrico recorriera el cuerpo de Jessica, encendiéndola desde adentro y dejándola con la sensación de que todo su ser estaba ardiendo bajo su toque.

Edward tenía manos extraordinariamente expresivas, con dedos largos, dedos terriblemente largos, delgados y hermosos, como la maldita mano de un modelo de revistas de cremas de manos o cualquier producto que fuera para las manos. Las yemas de sus dedos trazaban suaves caricias a lo largo del dorso de la mano de Jessica, dibujando patrones delicados sobre sus nudillos, la palma de su mano o incluso la parte interna de su muñeca que enviaban hormigueos por todo su cuerpo y hacía que Jessica olvidara por completo que en realidad estaba lloviendo.

Era sorprendentemente erógeno.

El toque de Edward se detuvo por un segundo, y Jessica, incapaz de resistir la tentación, giró la cabeza para mirarlo. Sus ojos dorados se encontraron con los azules de ella, la mirada profunda y penetrante de Edward solo intensificó la aceleración de su corazón, y ella apartó la vista hacia la carretera, tratando desesperadamente de desviar su atención y controlar las emociones que la invadían. 

Con el corazón aún latiendo con fuerza en su pecho, Jessica se esforzó por recuperar la compostura mientras el auto se detenía frente a su casa. 

La suave luz de las farolas se filtraba entre las gotas de lluvia, creando destellos dorados mientras el cielo se volvía cada vez mas oscuro. Aunque el calor del interior del automóvil los envolvía, la joven rubia se sintió invadida por una oleada de melancolía ante la idea de tener que despedirse de Edward.

Sus manos seguían entrelazadas, como si ninguna de las dos quisiera romper el vínculo que las unía. 

El castaño se volvió hacia la Stanley, sus ojos dorados brillando aún con una intensidad que la dejó sin aliento. "Gracias por hoy", murmuró con suavidad. "Ha sido... increíble".

Jessica le devolvió la mirada, perdida en la profundidad de los ojos de Edward. Ella estaba a punto de responder cuando de repente, él apartó la mirada y miró hacia la puerta de su casa. Intrigada, la chica de ojos celestes siguió su mirada y vio a Seth corriendo hacia el auto.

A pesar de la escasa iluminación, pudo distinguir sus ojos completamente enrojecidos por el llanto o la angustia.

Un escalofrío de preocupación recorrió la espalda de Jessica mientras el corazón le latía con fuerza en el pecho. Sin dudarlo un instante, abrió la puerta del auto y salió, sintiendo la lluvia golpear su rostro y empapar sus ropas. El frío del clima apenas le importaba en comparación con la preocupación que sentía por Seth.

"Seth, ¿Qué ocurre?" preguntó Jessica, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras se acercaba a él con paso rápido.

La preocupación se apoderó de ella cuando Seth la abrazó con fuerza, su cuerpo temblaba con cada sollozo que escapaba de él. Jessica apenas tuvo tiempo de procesar lo que estaba sucediendo cuando Seth se apartó bruscamente de ella y comenzó a jalarla hacia el auto de Jacob, que ya estaba encendido y listo para partir.

Romeo, Julieta y la chica que arruinó el clichéWhere stories live. Discover now