capitulo 26

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Cuando Jessica escucha el inconfundible motor del auto de Edward desde su habitación, con una rapidez casi frenética, la Stanley termina de aplicarse el brillo labial, y mira su reflejo por ultima ves en el espejo.

Se ve espectacular, perfecta, o al menos lo más cercano a la perfección de lo que un ser humano puede estar, si a Edward de por si ya le gusta, tendrá un infarto por cómo se ve ahora.

Ella sale de su habitación apresurada, bajando las escaleras con los pasos más largos y silenciosos que puede dar. Incluso se atreve a caminar en puntas de pie para evitar que el suelo de madera emita algún crujido que pueda alertar a su padre.

Con mucha suerte y fe sus padres no notarían que ella se estaba yendo. Su padre está encerrado en su estudio, que se encuentra más cerca del jardín trasero que de la entrada principal de la casa. Hay una muy buena posibilidad de que él no haya escuchado el ruido del motor. Y su madre, bueno ella debería saber que iba a salir con alguien o al menos sospecharlo, ella siempre tarda una eternidad en arreglarse cuando sale con alguien.

Un suspiro de alivio escapa de sus labios cuando llega a la puerta y no escucha la puerta del estudio de su padre abrirse, ella gira el pomo de la puerta principal con cuidado, abriéndola con la mayor discreción posible.

Del otro lado de la puerta, Edward la espera con una sonrisa encantadora, sus ojos dorados brillando con ternura y anhelo mientras la mira fijamente.

"Te ves... hermosa", murmura él, su voz temblorosa al principio, como si las palabras tuvieran dificultades para encontrar su camino a través de la emoción que lo embarga. Esas palabras, cargadas de un significado más profundo que las palabras mismas, provocan que una sensación de ternura envuelva el corazón de la rubia.

"Preferiría 'preciosa', pero no me quejo", murmura ella en respuesta, su voz apenas un susurro en el aire cargado de anticipación. A pesar de su intento de parecer despreocupada, su sonrisa nerviosa revela el rubor que tiñe sus mejillas.

Edward se acerca lentamente a Jessica, como si temiera que un movimiento brusco pudiera desvanecer el delicado equilibrio de ese momento. Cada paso que da parece resonar en el aire, a pesar de que en realidad es el silencio el que los rodea. Jessica siente cómo su corazón amenaza con salirse de su pecho ante la proximidad de él.

Él toma suavemente la mano de la rubia entre las suyas, sus dedos tocan su mano con una delicadeza y familiaridad que parece haber existido desde siempre. Él eleva la mano de Jessica hasta sus labios, su frio aliento acariciando su piel con una suavidad celestial y un beso tierno se posa en el dorso de su mano. 

Sus ojos nunca abandonan los de Jessica, como si estuvieran grabando este momento en lo más profundo de su ser, como si quisiera asegurarse de que cada detalle de ella quedara grabado en su memoria para siempre.

Y entonces, cuando finalmente se aleja, susurra palabras que resuenan en el alma de Jessica con una fuerza abrumadora. "Esa palabra ni siquiera empieza a describirte", declara con una sinceridad que hace eco en el corazón de la Stanley, inundándola de una felicidad indescriptible.

La sonrisa de la rubia tiembla ligeramente, un reflejo de los torrentes de emoción que la inundan en ese momento. En su interior, un grito de alegría lucha por escapar, un impulso irresistible de reír, de abrazar a Edward con todas sus fuerzas. Pero en lugar de eso, se limita a devolverle la mirada, con los ojos brillantes de emoción y la sonrisa más radiante que haya adornado su rostro.

"¿Estás lista para partir?", pregunta él con su voz suave.

Ella asiente y cierra la puerta lo más suavemente posible y acompaña a Edward a su auto, en todo momento sus manos están juntas y únicamente se separan cuando el cierra la puerta del lado del copiloto y luego se apresura a sentarse en el asiento del conductor.

Romeo, Julieta y la chica que arruinó el clichéWhere stories live. Discover now