De nuevo el viernes me levanté de la cama a las siete de la mañana y, más animada que de costumbre, bajé a la cocina, donde mi padre ya nos había preparado el desayuno a mi madre y a mí.
La cocina constituía una estancia a parte del resto de la casa porque mis padres guisaban y asaban con frecuencia y no querían que el olor del aceite de freír o de las coliflores se expandiera por el salón e impregnara la tapicería de los sofás.
Por tanto, dicha cocina se encontraba en una habitación situada a la derecha del vestíbulo. Era grande, rectangular y en su centro había una gran mesa en la que podíamos comer todos juntos holgadamente e incluso invitados, sin que nos faltase espacio en ningún momento.
Allí nos sentamos mi madre y yo aquella mañana, ambas con el pijama aún puesto, con el pelo despeinado y bostezando como dos leonas de la sabana.
Mi padre ya se había puesto un traje combinado con una camisa blanca y con su corbata roja que tanto le favorecía.
Era un hombre muy servicial que nos tenía a ambas muy mimadas y consentidas. Vivía, como decía él: “para sus mujeres”.
Mi madre me confesó un día que, de no haber sido papá tan comprensivo con los horarios de trabajo de ella, su matrimonio jamás habría tenido éxito.
Y añadió: “y si tú has decidido ser médico, de lo que creo que no voy a poder disuadirte, más te vale que en el futuro encuentres a un hombre que sea al menos, la mitad de comprensivo que tu padre para poder tener éxito tanto en tu familia como en tu profesión”.
No terminé de entenderla, pero me lo anoté en mi lista mental de “consejos de mamá”. Tal vez algún día me sería útil.
Devoré mis tostadas de queso y miel después de gruñir un “buenos días” de recién levantada y más tarde subí de nuevo a mi habitación para ponerme el uniforme de Ignature.
Estaba nerviosa por el partido. Y también por la reacción que tendrían Blazer y Kasie al verme aparecer allí con Watson.
Sin embargo, poco me importaba. Watson había sido la única, en acercarse a mí sin reparos, aunque de una manera brusca.
Tuve la sensación de que incluso ella me midió el primer día, calibrando si iba a resultar de confianza o no.
Todos allí me medían de alguna u otra manera.
Incluso tenía la sensación de que Bryan quería saber hasta donde era capaz de llegar en mis estudios, puesto que ya me había preguntado por las matemáticas.
Blazer y Kasie querían medirme para ver hasta donde podría ser interesante para los chicos, querían saber si su popularidad dentro del mundo masculino corría peligro con mi llegada a Ignature.
Los profesores también estaban atentos, por supuesto.
Estela, la profesora de biología, me vigilaba atentamente durante sus clases y no dudaba en sorprenderme con alguna que otra pregunta en mitad de éstas. Pero como yo solía estar atenta, no tenía problemas para responder.
Y así ocurría en general en el resto de asignaturas. Todos me observaban valorando si yo era digna o no de encontrarme allí, en ese aula, en ese curso y sobre todo, entre toda aquella gente brillante.
Y me agobiaban.
Comenzaba a sentirme atosigada ante la idea de tener que cumplir con las expectativas que la gente de mi alrededor se iba formando poco a poco de mí.
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Becca Breaker(I): Contigo © Cristina González 2013/También disponible en Amazon.
Roman pour AdolescentsBecca es una joven extremadamente inteligente. Ella sabe de física, matemáticas, biología, medicina, astronomía y literatura... Pero no de amor. Paul Wyne es seis años mayor que ella, está terminando la carrera de Medicina y tampoco tiene mucha id...