Capítulo 18: trato hecho.

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Mi corazón rebotaba contra mi pecho con cada latido. Paul se separó de mí rápidamente.

–      ¡Espera mamá no encuentro las llaves! – grité para ganar un poco de tiempo.

Aproveché esos pocos segundos para colocar mis mechones desordenados y secarme los labios. Vi que Paul subía rápidamente escaleras arriba y se ocultaba en el pequeño rellano que había justo antes de llegar al segundo piso.

Abrí la puerta.

–      Ha venido Paul, ¿verdad? – dijo ella tranquilamente.

El tono de su voz no parecía alterado y en su manera de expresarse no detecté ningún tipo de sospecha tras aquellas inocentes palabras.

–      Su coche está fuera – puntualizó ella.

Respiré agitadamente.

–      ¡Becca te dije que hicieras la segunda derivada en el ejercicio de la página nueve! – gritó Paul.

Me giré sorprendida. Al parecer, Paul se las había apañado para deslizarse hasta la mesa del salón, abrir mi libro de matemáticas y sacar alguna hoja de mis apuntes.

–      Becca… – musitó mi madre –. Anda ve, se va a enfadar y demasiado tiene ya el muchacho con aguantarte.

Asentí.

–      ¿Y tú teléfono?

Mi madre, la temidísima doctora Breaker rebuscó en su bolso durante un par de minutos y después, con mucha tranquilidad y una extraña sonrisa dijo:

–      Vaya, lo tenía en el bolsillo interior. Qué despistada soy… Creo que eso lo has heredado de mí… Volveré tarde. Cierra con llave cuando salga.

Me dio un beso en la mejilla y se marchó.

Cerré la puerta. Di una vuelta de llave. Y mi corazón comenzó a galopar de nuevo al recordar que Paul me esperaba en el salón.

Pero al darme la vuelta, vi que él ya había venido al recibidor a buscarme.

–      ¿Quieres repasar algo de física? – me preguntó con la mirada fija en la moqueta.

–      Sí – musité con voz queda.

Caminamos hacia el salón y nos sentamos en la mesa. Entonces él comenzó a explicarme la ecuación del movimiento acelerado.

Hicimos muchos ejercicios.

Aprendí mucho.

Pero cuando él se marchó, dándome un pequeño beso en la mejilla y sin comentar nada de lo que había ocurrido aquella tarde, me eché a llorar desconsoladamente.

                                                          ***

Mi madre tuvo que quedarse a pasar la noche en el hospital. Mi padre se fue a dormir pronto y yo me mantuve toda la noche en vela releyendo los mensajes que Paul me había enviado durante las convivencias universitarias.

Leí aquel “te echo de menos” con una sonrisa amarga en los labios mientras recordaba con desasosiego aquel beso tan frenético.

Aunque lo que realmente me preocupaba era aquella actitud de después. ¿Por qué no había dicho nada? ¿Por qué no había vuelto a besarme?

Becca Breaker(I): Contigo © Cristina González 2013/También disponible en Amazon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora