Capítulo 8: los pañales del doctor House

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Me balanceaba sutilmente de adelante hacia atrás sentada en mi pupitre, mientras que con mi bolígrafo azul daba pequeños golpecitos sobre la superficie de la mesa, a la espera de que el profesor repartiera los exámenes.

Todos nos encontrábamos sumidos en un tenso silencio preliminar a la masacre. Mr Coffee ululaba por el aula cual verdugo mientras que yo y mis compañeros nos mirábamos unos a otros para desearnos suerte y de paso, para preguntar dudas de última hora.

- ¡Eh Kasie! – escuché a un chaval de la tercera fila preguntarle a la rubia.

- ¿Qué quieres Kevin?

- Si saco un diez me das un beso, ¿a que sí?

- Piérdete – espetó ella con desdén.

Oí mi nombre, que procedía desde la otra punta de la clase, desde el sitio de Devil en concreto. Dirigí mi mirada angustiada hacia él.

- Buena suerte Becca – me susurró con una media sonrisa -. Estoy seguro de que te saldrá genial.

Le sonreí para agradecerle el comentario y luego le deseé suerte a él también. Algunas chicas me miraban con recelo mientras que los chicos me escudriñaban con curiosidad.

Me empecé a poner muy nerviosa.

Además, en aquel instante estaba casi segura de que no recordaba absolutamente nada de todo lo que había estudiado durante el mes anterior.

Notaba que el polo que llevaba puesto se pegaba a mi espalda, como si acabase de terminar una maratón de cientos de kilómetros. El jersey amarillo del uniforme empezaba a sobrarme.

Me faltaba lo que pesa una lágrima para desmoronarme allí mismo, en clase y delante de todos mis compañeros.

Sólo tenía una esperanza: que el ejercicio de máxima puntuación fuese exactamente igual que el que Paul me había resuelto.

Mr Coffee comenzó a repartir las fotocopias del examen, no tardó ni tres minutos hacerlas circular a toda la clase.

Pero esos tres minutos para mí fueron como tres años en los cuales me dio tiempo a imaginar un sinfín de desgracias e infortunios: un suspenso como lo más suave, la expulsión, la humillación ante mis compañeros y Devil, la vergüenza de volver a hablar con Paul, la decepción de mis padres, el rechazo de mi solicitud en Lleolds y acabar excavando tumbas antiguas en Mesopotamia…Y sobre todo, la imagen de una bata blanca colgada para siempre dentro de mi armario.

Noté la mirada invidente de Watson clavada sobre mí. Su examen era en Braille y tipo test, de manera que al profesor le valía con que Mary supiese la respuesta, ya que sabía que ella tenía su particular manera de razonar, extraída en parte de sus clases y en parte de su compleja maquinaria cerebral.

- Chss… Becca – me susurró -. Respiras muy fuerte. ¿No serás asmática?

Sus palabras lograron devolverme al presente, en el cual aún no estaba metida en tumbas egipcias ni tenía ninguna bata colgada en mi armario, lo cual agradecía bastante.

- No. Sólo son nervios, tranquila – traté de calmarla.

Qué ironía, era yo quien realmente necesitaba un tranquilizante.

Cuando el folio que contenía el cuestionario del examen fue depositado sobre mi mesa cerré los ojos.

No quería impresionarme. Preferí prepararme mentalmente y levantar con lentitud los párpados para que el susto no llegase de sopetón.

Becca Breaker(I): Contigo © Cristina González 2013/También disponible en Amazon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora