2. Jugadores, el juego acaba de empezar.

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Em Beihold - Numb Little Bug (0:39 – 1:26)

Cuando salgo del hotel lo primero que noto es que está lloviendo, una lluvia similar a la que había aquella noche. Por qué si, de esa noche, lo que más recuerdo es la lluvia. Lo hago porque recuerdo que levanté mi rostro hacia el cielo pensando si acaso era una señal que me estaba dando el universo para decirme que lo que estaba haciendo era un error. Pero también recuerdo la lluvia porque una vez que empezó a llover, sus lágrimas se mezclaron con las gotas y me dije que eso lo hacía más sencillo. Al menos lo fue antes de que mis ojos conectarán con los suyos y lo escuchara decirme "por favor, no te vayas". Aunque por supuesto, lo que me rompió fue su "por favor, quédate".

Y yo, siendo la persona egoísta que soy, no iba a quedarme a costa del futuro que me esperaba. De los sueños que tenía.

A veces, cuando hay noches lluviosas como está, lo recuerdo y pienso en sus ojos azules y aquella mirada triste y suplicante. Pero, lo que más recuerdo de esa noche es el frío. El fuerte escalofrío que comenzó en mis zapatos empapados de lluvia, aquel que impregnó mi piel, pasando cada una de sus capas hasta llegar a mis huesos.

¿Y por qué lo recuerdo tan bien y con tanto detalle? Porque fue la última vez que sentí algo. Al menos algo real. Esa noche, después de esa despedida, fue cuando mi corazón se congeló y estaba lista para ser la persona cruel y malvada que todos decían que era.

Pienso que mi vida sería más sencilla si fuera así, tal y como dicen que soy, porque de serlo, no estaría en esta situación; aceptando algo que no quiero con tal de no decepcionar a otros, pero decepcionándome a mí en el proceso.

—Señorita, ¿va a entrar?

Suelto un suspiro y, aún con mis manos en los bolsillos de mi largo abrigo gris, giro mi cabeza hacia el portero del hotel que me mira entre preocupado y curioso.

¿Cuánto tiempo llevo mirando la lluvia caer y pensando en el pasado? Seguro es demasiado.

—No —respondo—, de hecho, ya me voy.

Mis ojos siguen fijos en la lluvia que cae y mi mente va de aquellos recuerdos de lo que parece ser toda una vida atrás a mi presente.

¿Qué dirá él cuando se haga público este compromiso?

No me quiero casar —le dije cada vez que él sacaba el tema—. No soy de las que se casa.

Él quería que nos casemos, que tengamos una familia. Tenía tantos sueños y hablaba demasiado sobre nuestro futuro y yo lo dejaba pasar porque el futuro estaba lejos y no creía que llegaríamos a él.

—Me acabo de comprometer.

—¡Felicidades!

Niego con la cabeza.

—Para nada, esto será un desastre. Ni siquiera nos conocemos. ¿Puede usted creerlo? ¡Y yo ni siquiera creo en todo eso del matrimonio!

Ojalá fuera la persona egoísta y mal agradecida que la familia de mi madre piensa que soy.

Eres una mal agradecida —me solían decir cuando no hacía lo que ellos querían—. Después que tu mamá te ha dado todo y está familia te acogió, ¿así nos pagas? ¿Qué te cuesta hacer lo que te pedimos?

Hablan de mi como si fuera un perro de la calle al que recogieron y me tratan como un simple caso de caridad, repitiendo todo el tiempo lo afortunada que soy y lo agradecida que debo estar solo porque fui adoptada, cuando hay, "muchos niños que quisieran ser tú y estar en tu situación".

Las personas no se dan cuenta y jamás entenderán que no porque me hayan adoptado debo vivir agradeciendo cada bocado de comida que llevo a mi boca o cada acción buena que tienen mis padres hacia mí. ¿Acaso por ser adoptada soy inferior a los hijos biológicos? Porque no veo exigiéndoles lo mismo a ellos, al menos no de la forma en que lo hacen con nosotros. Conmigo.

Hasta que las mentiras nos separenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora