Todo el mundo está hecho de historias, y todas esas historias están aquí: En el libro de la Vida. Este libro contiene muchas historias, algunas son reales y otras, no tan reales. Aunque duden de alguna de estas historias, hay una cosa de las que est...
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LUCIFER, ALASTOR Y VOX
2 de Noviembre
En este día tan mágico y festivo, más en específico en el pueblo del Edén, se apreciaba como las familias llevaban comida u ofrendas a los altares de sus seres queridos, aquellos que partieron y aún la gente extrañaba. Este día de los muertos en particular, luego de siglos de destierro, Vaggie; ya estaba harta.
— En serio mi cielo, no sabes lo fría y ruin que se ha vuelto la tierra de los olvidados —se quejó Vaggie, emergiendo del suelo junto a su amada, quien volteo a verla con una suave sonrisa mientras veía como la albina se alejaba a paso lento, esperando ir a la par con la rubia.
— Igual que tu corazón Vaggie, igual que tu corazón —dijo con cariño, siguiéndole el paso a la mencionada quien, por pura maldad; apagó las velas de una familia que se encontraba rezando en el altar de su querido fallecido, ante dicha acción; Charlie solo rodó los ojos divertida encendiendo nuevamente las velas.
— ¿Por qué debo de gobernar un basurero mi cielo, mientras tú disfrutas de la fiesta eterna en la tierra de los recordados? —preguntó con molestia Vaggie, deteniendo por un momento y girarse hacia Charlie, quien había decidido no usar su hermoso vestido rojo sino mejor su cómodo traje.— La verdad no es justo.
— ¡Vaggie! —regañó charlie, golpeando suavemente la mano de la chica quien la había estirado en dirección a la cabeza de una persona con la intención de, bueno; llevárselo con ella al mundo de los no recordados.
— ¿Qué? Llegó su hora —se defendió ante la acusación, masajeando de forma leve su mano.— Más o menos.
— Hoy no amor mío —negó Charlie continuando su andar, notando cómo rápidamente Vaggie volvía a su lado con el aleteo de sus alas.
— Por favor preciosa, intercambia tierras conmigo ¡te lo suplico! —habló nuevamente Vaggie, parándose frente a la rubia.
— Ay, eres tan tierna querida, y más cuando me suplicas —habló Charlie mirando con cariño a Vaggie, para luego cambiarla en una mueca de ligero fastidio ante la insistencia de la otra muchacha.
— Vamos, te he apoyado en todo, ¡hasta en ese hotel¹ tuyo que hiciste! Solo un pequeño cambio, puede ser hasta solo un ratito —suplicó Vaggie mirando a Charlie.— Hablo en serio, ¡odio ese lugar!
— ¡Oye! No te atrevas de usar el chantaje, sabes perfectamente que estás ahí por tu engaño —exclamó frustrada Charlie alejándose de forma brusca de Vaggie.— Tú te lo buscaste por esa apuesta —dijo, acusando con un dedo a la muchacha, quien; hizo una expresión de arrepentimiento, como si un cachorro regañado fuera.— Sabes, ya no eres aquel hermoso ángel del que me enamoré hace todos esos siglos.
— No hay que... Recordar el pasado mi vida —se justificó Vaggie, desviando la mirada al escuchar a Charlie gruñir.— En fin, se me ocurría ehm... ¿Qué te parece otra inocente apuesta?
