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Valentina

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Valentina.

Guadalajara, México. 

Mi apartamento está sumido en la oscuridad, me he encerrado es un pequeño espacio tratando de alejarme de los murmullos de la gente y de las miradas acusadoras que me seguían a todas partes.

Hace tres meses, un escándalo había destrozado mi reputacion.

Esas fotos en todo internet y una noticia sacada de contexto había creado una mancha en mi nombre que la gente se rehusaba a dejarla pasar por alto.

Aunque trate de defenderme y explicar que todo lo que se decía no eran más que exageraciones pero nadie me creyó.

Ni siquiera mi papá.

La presión y el acoso se volvieron insoportables. Perdi a persona que decian ser mis amigos, mi trabajo e incluso a mi propia familia.

Me sentía sola y desesperada, atrapada en una espiral de negatividad que parecía no tener fin.

Pero entonce llegó el, Nicolás fue la única persona que estuvo a mi lado en todo momento, sosteniéndome cuando sentía que me hundia en un abismo sin salida. 

—Tus padres son una mierda.—Dijo en un tono muy enojado mientra yo comía helado sentada en la isla de la cocina mientras él preparaba la comida.

—Lo se.—Siempre tolere sus actitudes porque guardaba la esperanza de que un dia cambiaran, pero nunca lo hicieron.

Siempre me esforcé para que se sintieran orgullosos de mi, pero no sirvió de nada.

Al primer "error" que cometí me dieron la espalda sin pensar en cómo me sentiría. 

Aún recuerdo el rostro molesto de mi padre y todas las palabras hirientes que me dijo cuando salieron esas fotos. 

—No se como puedes compartir sangre con esas personas.—Nicolás estaba tan furioso que cuando terminé de contarle todo lo que paso con mis padre quiso ir a su casa a tirarle piedras a las ventanas como venganza a lo que me habían hecho.

—No sé en qué piensa Antonio.—siguió hablando.—Dejarle los negocios al inservible de Memo cuando tu te has partido la espalda por esa empresa. Al parecer tiene mierda en la cabeza en lugar de cerebro.

—No este enojado.—El helado estaba deliciosos, ya me había comido la mitada del bote.—No todo está perdido.

—Habla bien que no te entiendo.—se giró para apuntarme con el cucharon que tenía en la mano.

—Los contratos que realice  en la empresa de mi padre tiene cláusulas.—Dije recordando cómo los inversionistas habían sido claros con sus peticiones.—Una vez den la noticia que ya no estaré en Grupo Perez muchas personas cortaran contratos.

Una de esas cláusulas se estipula que si yo salía de la empresa ellos podían dejar de ser nuestros socios o sea cortar lazos con la empresa sin ser afectados negativamente.

CURVAS DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora