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Valentina

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Valentina.

Monte-Carlo, Mónaco.

La cabeza me duele al punto que parece que va a estallar.

Veo a Nicolás dormido al otro extremo de la cama y trato de recordar algo de lo que pasó anoche pero no hay nada.

Lo último que recuerdo es que estábamos en el restaurante con las chicas y de ahí todo negro.

Perfecto ahora tengo lagunas mentales.

Tengo la misma ropa de anoche así que me levanto a darme un baño, apenas ingreso me veo en el enorme espejo que me recibe tengo el maquillaje regado y el cabello hecho un desastre.

La lluvia artificial cae sobre mi piel calmando un poco la cruda que tengo.

Salgo del baño para ir al closet por mi ropa  y veo que Nicolás ya no está en mi cuarto.

Me pongo un vestido blanco que llega hasta mis tobillos y unas zapatillas Hermes.

—Ana nos invitó a desayunar.—Nicolás también está bañadito y cambiado ya.—Nos estás esperando.

Asiento.

Igual la señora que nos ayuda en la casa le dimos estos días libre de todas forma nos tocaría comer fuera.

Porque Nicolás y yo no podemos hacer ni un huevo cocinado juntos.

Tomo mi celular, unos lentes de sol y camino hacia la salida en donde mi amigo ya se encuentra en su auto deportivo esperándome.

—Te informo que no me acuerdo de nada de lo que pasó anoche.

—Ey pero si tú no eres de las que olvidan una noche de fiesta.

Siempre me acuerdo de todo aunque esté al borde de un colapso etílico pero no se que paso anoche, tal vez me dieron alguna bebida adulterado. 

—Lagunas mentales.—Reviso mi teléfono, veo que tengo algunos  mensajes de mis abogados informandome que todo lo referente con mis negocios está bien en México mientras no me encuentro en el país.

De igual manera el equipo de marketing de mi padre me ha enviado algunos mensajes informandome que donde sea que este no salga ya que al parecer la gente se ha olvidado del escándalo de hace meses y mi padre no quiere que lo vinculen nuevamente conmigo.

Nicolas estaciona el auto y me bajo con mucho cuidado aun siento que todo el mundo se mueve un poco.

Mi amigo le da las llaves al chico del parking y este le da una ficha.

—Vamos.—Al igual que yo se pone unos lente de sol para luego poner su brazo en mas arriba de mi cintura y adentrarnos al lugar.

La elegancia y el encanto del lugar son únicos, las paredes están decoradas con hermosas pinturas de artistas locales, y el suelo de mármol blanco brillaba con la luz que entraba por los grandes ventanales.

CURVAS DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora