Carta nº3.

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A mi más preciado amor.

Te escribo desde Varsovia. Esta ciudad es una belleza curiosa del este. En estas tierras los habitantes son católicos y viven de manera curiosa. En esta ciudad la mitad de las calles están embarradas. Recientemente un gobierno propio centralizado en esta ciudad ha hecho avances en la emancipación y liberación de los Polacos. En Rusia sigue habiendo una gran población de polacos que viven bajo un yugo ortodoxo. Quién sabrá que harán los rusos para oprimir la libertad de los polacos. ¡Cualquier cosa! Esta tensión se nota en el aire, los rusos que viven en Varsovia ocultan su origen, ya no se escucha el ruso. Los polacos son muy orgullosos y desean liberar a sus hermanos del este. Por ello hemos recibido una infinidad de refuerzos polacos. Sobre todo una fuerza élite de Lanceros. Hay un entusiasmo por la entrada de los Franceses en la ciudad, son alabados por los Polacos, que gritan de ánimo a las fuerzas de Napoleón. El príncipe Poniatowski es alabado como el defensor de Polonia, y es todo un héroe nacional. Ahora a través de la Cruz y de la espada están dispuestos a luchar por sus libertades, y a poder ser tomar más tierras de sus enemigos eternos. Añoran el estado que desapareció hace muchísimo tiempo (Éramos niños cuando esto sucedió) y piden su regreso. A mis compañeros les importa más bien poco, lo que quieren es hacer que Rusia se rinda y que Alejandro se una al sistema continental. Veremos que deparada en esto.

Ahora es tiempo de alimentarse bien. La primavera ha llegado y las cosechas se están trayendo de todas las partes de Europa. Los vastos campos de Rusia serán capaces de alimentarnos. Sin embargo algo me temo, que los rusos no serán tan ingenuos y antes de que los Franceses puedan aprovecharse de las cosechas las quemarán. En ese caso dependemos enteramente de la línea de suministros traídos de Alemania y Francia. Por ello no sé si seremos capaces de suministrar tan ingentes tropas. Pues cuando marchamos veo hombres a lo largo de los campos. No se ve el fin. Las montañas y los bosques son los únicos impedimentos para quedarse asombrado con el gigantesco ejército. Añoro el calor que teníamos en España. Estamos en medio de primavera, ya casi finalizando, y las temperaturas no suben de los 20 °C. Se está bien, pero me da un gran temor acercarme más al este. Un lugar que en invierno es totalmente insoportable. También he escuchado que los veranos suelen ser difíciles, pero eso es un temor secundario.

Trato de ser positivo con esta situación, pero no hemos de engañarnos. Vamos a la guerra. A un país bastísimo que no tiene fronteras, y que sigue hasta los confines de Asia. Nuestra única esperanza es que Alejandro entre en razón. Todavía no sé si nos dirigimos hacía Moscú o San Petersburgo. Me parecería inútil llegar hasta Moscú. A Alejandro solo le importa su palacio, debería Napoleón tratar de capturar San Petersburgo. La marina británica tiene dificultades en pasar por Copenhague, y los barcos aliados, pese a estar mermados, podrían llegar con éxito a las costas del Norte. Quién sabe, no estoy al mando del ejército y poco importa. Ahora lo que puedo hacer es disfrutar de los días de reposo. Si todo sale bien marcharemos en mayo. Algo me dice que llegaremos tarde, pues su majestad imperial (Napoleón) desea tener un ejército más grande. En la ciudad nuestro escuadrón se ha procurado una habitación para seis hombres en uno de los pisos centrales. Tenemos todo muy cerca y debido a que los polacos son muy propensos a aceptar la moneda francesa se nos hace la vida más cómoda. Podemos comer y beber bien, además de tener grandes entretenimientos en la ciudad. Aunque los burdeles locales se me hacen poco decorosos y no voy a ninguno. No son lugares sanos para el alma. Cuando me quedo solo me gusta escribir, pero no puedo enviárselo a nadie. Tengo que mantenerlo conmigo hasta que pueda regresar a casa. Si acaso a las malas lo usaré como papel de fumar. Espero salir pronto, pues la población local va a empezar a resentir la presencia de las tropas en un momento dado, es natural, y ocurrirá siempre. Te escribiré cuando lleguemos a Moscú, o San Petersburgo, a donde quiera que vayamos.

En otra nota, las noticias que me has hecho saber me inquietan. Por favor hazme saber que el dinero que te llega es el suficiente. Mandaré todos los ahorros que tenga en este momento, y pediré una deuda a mi sargento, Jean, que sabe y me conoce bien. Me concederá una buena cantidad de Francos. Se los devolveré después de esta guerra. Si no es que muero antes. Con esta cantidad debería bastarte para todos los pagos. Manda a nuestros hijos a que aprendan a la escuela, son brillantes, tienen más potencial en los libros que en las minas. Voy a tratar de apelar al gobernante, que resulta ser que su sobrino sirve conmigo, y le conozco algo. Cuida de ellos como yo cuido de mis hermanos en el frente. Confío en ti plenamente, mi cariño. Espero que mi tío se recupere cuanto antes y pueda volver a trabajar. Puesto que vamos cortos de dinero, debería haber suficiente, pero en caso de que falte házmelo saber. No olvides llevarlos a misa. El capellán aquí tiene un ayudante polaco al que no entendemos. En fin, e de enviar esto cuanto antes, no vaya a ser que se me haga demasiado tarde. Espero con muchas ansias una respuesta tuya, espero que la invasión inminente termine cuanto antes.

Que dios te bendiga.

A mi más amor eterno.

Carlos Jiménez de los Santos.

25/04/1812

Pólvora y entrañasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora