Ya han llegado.No puedo engañar a mi mente. No puedo seguir encerrado en esta prisión más tiempo, me está volviendo loco. Las paredes me hablan, no dicen ninguna palabra, su único idioma es el murmurar. Estarán ahí hasta el fin de los días, lo presiento. Esto es el apocalipsis. El ocaso de Europa, del mundo. Ya no habrá más. Aquellos que han salvado sus almas volverán al reino de los cielos. Sigo en la tierra, con los pies sobre el suelo. He perdido toda la noción del tiempo. Hace mucho que dejé de contar los días. Tal vez fueron meses, desde que bloqueé la puerta. Todavía sigue ahí la cómoda del ático, no se ha movido ni una pulgada. Sigue ahí, quieta, esperando a que mi locura la vuelva a mover. Ha tomado algo de polvo, una fina capa se esparce por la madera tan fina. Paso los días aguardando el final, la salvación no llegará. Escribir me mantiene alejado de la locura, puesto que hace una eternidad que hablé con alguien por última vez.
Es muy curioso, no sabemos bien cuáles serán nuestras últimas palabras, el legado que dejaremos al mundo, lo que habremos dicho o hecho. Todo aquello se quedará en la memoria de los que vienen, en las sentencias del futuro. Pero nada de eso es mi caso. La habitación se hace cada día más pequeña, más angosta y sofocante. Las llamas del infierno están aguardando mi llegada, no tengo perdón, lo que he hecho no tiene salvación. Ya nada me importa. Toda la esperanza se ha ido de este mundo, se ha ido con ello al reino del señor. Las nubes son siempre del mismo color rojizo. La niñez que tanto quise y viví, mi juventud y ya lo que me quedaba de vida. Hasta que llego todo. Fueron noticias pequeñas que se escuchaban de vez en cuando, noticias del frente. Asumimos todos bien que sería alguna enfermedad de campo, puesto que siempre brota algo una vez empieza la guerra y los hombres marchan al horizonte. La guerra vino a nosotros, no por acción del hombre, sino por voluntad divina. Lo que creíamos lejano vino a nuestra puerta de un día para otro, y todo el mundo colapso entonces. Mis pies se quedaron suspendidos en la nada del planeta. Mi mente ya no podía pensar más. Aquel día que maté a todos esos inocentes, aquellos que sufrieron de la plaga. Ninguna clase ni condición sé salvo. Mi mujer tuvo la previsión de ordenar un abastecimiento de este ático, en caso de que necesitásemos alimentarnos en tiempos de escasez. Ahora este es mi único sustento, malvivo de los restos que mi querida dejo aquí. Desaparecerán como ella lo hizo. Los ojos rojos de los muertos no se olvidan, tal vez la muerte no sea verdaderamente terrible. La conocemos, es la vida al fin y al cabo, sabemos que está ahí, que un día nos llegará a todos, y que ese día no podremos hacer nada más que aceptarla, dejarla entrar e invitarla a comer. Esa muerte, la que todos conocemos es la verdadera muerte. Sin embargo.... aquellos ojos no eran los ojos de la muerte, no, eran mucho peor. Son ojos de la condena, el color de la eternidad en la tierra, esos ojos fuerzan a estos seres a acabar con todo lo que han querido, les fuerza a cometer actos impensables, verdaderas locuras que nadie en vida haría. Estoy seguro, bajo la convicción de mi alma, que ninguno de aquellos condenados querrán nada de esto. Tras ese rostro vaco hay un alma humana que ya no está en control de sus facultades. Son condenados, puesto que no pueden salir de su cuerpo, ya no les pertenece. Le pertenece a la muerte. Tuve que hacerlo, no tenía otra opción. Ellos no tienen otra opción. Todos estamos condenados. No importa lo que diga. No sé siquiera bien por qué escrito tales locuras. Nunca llegará a nadie esto. Estoy muy seguro que soy el último hombre de Europa. Décadas parecen desde que escuche la voz de alguien. Fue una noche. Esa noche con la luna tan preciosa, que contrastaba con las nubes de fuego. Esa noche pude escuchar un grito muy lejano, era el grito de una mujer. Tal y como vino se fue. Decoró aquella noche y me recordó que no estaba solo. Pero ya no hay nada de eso... No me queda nada. Casi se me ha terminado la tinta. Gracias a dios el sistema de cañerías a polea sigue funcionando aquí arriba. Tengo alimentos para una larga temporada. Pero no puedo para de pensar... ¿Para qué? Es el instinto del humano, el sobrevivir. No importa la adversidad, literalmente se nos va la vida en ello. Esto no es vida, es esperar a la noche y el día, a ver hoy la luna y mañana el sol, los únicos que me saludan al despertar, y se despiden al dormir. ¿Acaso son eternos? Estarán ahí cuando me vaya. No va a llegar ayuda. No avisto barcos, ya no pasan, solían cruzar este lugar, todos los días llegaban cargamentos. Pero ya no hay nada. Es un vacío sepulcral. Tentando a la muerte me distraigo tocando algunas piezas en el viejo piano. Nadie viene, ni a nadie le importa. Es como si aquellos condenados me escuchasen desde lejos, y en su macabro sentido del humor me dejasen vivir otro día más. Es lo único que se escucha, nada más. No he entonado ninguna palabra desde entonces. No me arrimo por la ventana, miro del cielo por una rejilla que da el techo. Los rayos del sol son mi único reloj. Pintan el suelo de la pared durante unas horas y luego se vuelven a ir. Así es el destino. Estaba lleno de emoción hace unos años. Estaba lleno de vida, y me quedaba mucha juventud por delante. No quería que nada de esto llegase. Era joven ¡Joven!, y tenía muchos años para arrepentirme. Demasiados. No obstante la vida es cruel, uno puede hacer todo bien y fallar de todas formas. Así fue, y ya no hay nada que se pueda hacer. Lo hecho hecho está. No reconciliaré jamás aquellos sentimientos con los actuales, no podré olvidar nunca todo lo que hice, todo lo que me obligaron a hacer. Los gritos de agonía, la sangre y el olor a huevos podridos que deja la pólvora son parte de mi vida ahora. Hace mucho que no disparo un arma, a pasado tiempo desde la última vez que escuche un grito, y más desde que vi la sangre. Todo aquello estará en mi memoria, tan eterna como mi existencia.
No importa. Está todo hecho. Cuando se seque la tinta de estas palabras yo estaré en el infierno. Da igual lo que intente. Mi destino estuvo sellado desde que me encerré aquí. Estas palabras, espero que desde el cielo las leas. Es un intento inútil, porque no van a llegar. Pero te digo a ti, mi querida, que ya no estás encerrada en aquella carcasa que una vez fuiste tú. Lo siento. No existen palabras para describir lo mucho que lo siento. Van más allá de lo humano. En el fondo, sé cuál es tu respuesta, eras demasiado buena, incluso para tu propio bien. Ahora descansarás junto a todo lo que una vez amaste. Será una eterna felicidad, pero tendrá que ser sin mí. No podré entrar. Estoy condenado, como fue toda esta humanidad. Solo deseo que desde el otro lado del puente aceptes mi perdón. Apretar el gatillo fue tan difícil como ver tus ojos azules por última vez. Nunca nos volveremos a ver. Pero mi amor por ti siempre será eterno.
Por siempre, tu amor.
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Pólvora y entrañas
Historical FictionLa masa de caníbales enloquecidos ha tomado fuerza. El infierno está lleno, y no aceptará más pasajeros. Aquellos que han pecado, y rechazan la palabra de dios, han sido devorados y condenados a la plaga. Los que quedan, tendrán que luchar por sus v...