"Y a sus ojos miré, y en ellos no quedaba más determinación que la muerte. En su mirada vi miles de voluntades en una"Dice así las declaraciones del superviviente, Johan Lambert, que estaba al servicio del ejército imperial una vez la guarnición quedó atrapada en la ciudad. Muchos han reportado sobre la situación tan deprimente. La batalla fue la más sangrienta de toda la historia de Europa, superando a todas las anteriores, incluso de tiempos clásicos. El imperio Francés se enfrentó a todos sus enemigos, en una inferioridad numérica significativa. Rusia y Austria formaban las principales fuerzas de la batalla, junto a ellas las acompañaban las fuerzas suecas y Prusianas. Todo un popurrí de diversas naciones. Estados alemanes que forman parte de la confederación del Rin acompañaban a las tropas de su majestad imperial. Ahora el campo está arrasado, miles de muertos descansan sobre las tierras Sajonas. No obstante, no se trata de algo que se haya visto anteriormente, la muerte no vino de las balas, ni de la enfermedad. Vino principalmente de los caníbales enloquecidos que se han apoderado de toda Europa hasta ahora. La población de las dos ciudades ha desaparecido, se cuentan en cientos de miles los refugiados que huyen hacia el oeste y el sur, donde esperan poder tomar cobijo. Les espera una ruta de hambrunas, peste y muerte. Faltan todo tipo de suministros. Muchos hombres, faltos de comida, han optado por cocer el cuero de las botas y los guantes con la esperanza de llevarse algo a la boca. La munición no es tan escasa como podría imaginarse, pero en el resto de artículos hay graves carencias. Los combates que empezaron hace unas semanas han cesado completamente. Ambos ejércitos saben la amenaza verdadera y se retiran a sus propios territorios. Hay indicios de una posible incursión Prusiana. Se teoriza que el comandante en jefe Blücher quiere conectar sus dos ejércitos para derrotar a los hombres de su majestad imperial. Tenemos como testigo de los eventos, que a continuación narraremos, de lo que pasó una vez la batalla terminó.
"Recuerdo bien que tras unos largos días de lluvia los hombres de nuestra compañía estaban exhaustos. Para cuando descansamos nos dimos cuenta de que se podían escuchar unos gritos en la lejanía, algo extraño, pues los disparos ya cesaron. Muchos hombres optaron por continuar durmiendo. Estábamos cansados, nos acababan de dar la ración de Ron y Vino y se daba la batalla por terminada, nos retiraríamos pronto. La victoria y la derrota nos eran conceptos inútiles y lejanos, tan solo pensábamos en regresar a casa. Y uno de ellos era yo ¡Pobre de mí! Qué ocurrencias tuve. Pues bien, yo no pude pegar el ojo, se me quedo grabado algo de esos gritos, eran puro terror. Desperté a unos de mis compañeros que descansaba cerca mío, en un árbol a medio caer. Le desperté, y el, molesto (por supuesto), me preguntó que demonios me ocurría. No supe bien que responderle, pero algo me inquietaba y me impedía dormir. No sé qué me dijo, algo del estilo de que me quedase tranquilo. Volvió a su sueño, y yo quedé despierto. No mucho más tarde comenzó a oírse unos ruidos en los matorrales. Pensé lo peor, y tomé el fusil con fuerza. Esperaba un asalto, al fin y al cabo ¿cuándo se hubieron de ver tales bestias? Esperaba una sorpresa de algún regimiento. Mi primer pensamiento fue en los centinelas ¿Acaso no vieron lo evidente? Pero nada de eso, mucho peor. Lo que vi con mis ojos no se puede describir con palabras. Ahí salieron aquellos caníbales que se rumoreaba. Los ojos blancos y pálidos, aquellas mandíbulas anchas y desquebrantadas, con los dientes alargados y los labios pudriéndose. Los ojos de muerte y rabia que deseaban mi alma. Inmediatamente, supe que estaba en peligro, un sentido instintivo del hombre que le ayuda en estas situaciones. Tomé el fusil y disparé. Desperté a mi compañero, y seguramente a algunos más. Pronto pude distinguir unos ojos rojos a la lejanía. Empuñando el fusil preparé la bayoneta y retrocedí lentamente. Mi compañero (que en paz descanse) fue arrastrado y no tuvo oportunidad alguna. Sentí el temor de la muerte, aquella muerte que tarda uno en darse cuenta, estaba más cerca de lo que pensaba. Alerte a todo el batallón. Grite con toda la fuerza de mis pulmones. El escalofrío que tuvo mi alma es indescriptible. Pues pasaron unos segundos y nadie se despertó. Levante muchas tiendas a toda prisa, pero nadie respondía a mis gritos. Honestamente, creí estar en una pesadilla. Todo ello era real, y con lo que llevaba encima salí corriendo. A mi paso se oyeron más gritos, chillidos de sufrimiento, pronto más disparos hubo, y al minuto vi una de las casas en el campo alzarse en llamas. Llegué a unos barrios de extramuros de la ciudad, ahí vi a un par de rusos, absolutamente agotados como yo. No se lo espera uno de un enemigo, pero la seguridad que me dieron ver a aquellos dos era sobrecogedora. No dispararon, sus rostros de horror valían más que mil palabras, y fuimos todos más adentro en la ciudad de los horrores. Pronto nos reunimos con otro gran grupo de supervivientes. Era la batalla de las naciones, pues ahí no había más distinción que la de vivo o muerto. Atrincheramos la iglesia, en un desesperado intento de cerrarnos del mundo exterior. Aquel barrio era un barrio fantasma. Pasaron unas horas de silencio hasta que se escucharon los berridos de aquellas bestias. Habían llegado a la ciudad."
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Pólvora y entrañas
Historical FictionLa masa de caníbales enloquecidos ha tomado fuerza. El infierno está lleno, y no aceptará más pasajeros. Aquellos que han pecado, y rechazan la palabra de dios, han sido devorados y condenados a la plaga. Los que quedan, tendrán que luchar por sus v...