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Dani se quedó sentado en la cama en lo que Randall en un simple segundo desapareció escaleras abajo. Se levantó y vistió a las apuradas cuando lo sintió abrir la puerta de la entrada, seguido de unos ruidos raros.

—Roña, te conseguí lo que me pediste —dijo una voz ronca y gruesa, entonces Dani salió al pasillo y se acercó al inicio de la escalera—. Drogo y Fez, ¿te acordás? Me enteré de que los agarraron barriendo la zona que me dijiste ese día y que después los rajaron cuando se los cruzaron. ¡Te juro que esos pendejos del orto me tienen los huevos así! ¡No respetan nada! Vamos a ir a buscarlos a cantarles las cuarenta de una vez.

—Na, pará, pará. —Lo escuchó a Randall—. ¿A dónde vas? Bajá un cambio, parecés limado. Acordate de la última que se armó cuando fueron a cagar a tiros tu casa.

—¡¿Y cuál hay?! ¡A mí esos fisuras no me van a pasar por encima!

—¡Da, bajá un cambio! Y no hables tan alto que me taladrás la cabeza. No hace falta armar bardo por esto, no es para tanto...

—¡¿Sos joda?! Vos querías saber quiénes eran, ¿para qué mierda me pediste que averiguara si no querías hacer nada, catrasca?

—A lo último te dije que lo dejaras así, que no hacía falta, pero te enroscaste e insististe en rascar algo igual.

El otro se quejó en un resoplido y escuchó el rechinido de unas sillas. Dani no aguantó a asomar un poco la cabeza y vio a un tipo grandote, algo mazado, de pelo corto y entrecano con una incipiente calvicie, despatarrado en una silla de espaldas a él. Randall estaba de frente, de pie, y solo le dio una mirada a él para saber que tenía que volver a meter la cabeza. El mecánico llevaba mucho tiempo sin sentirse tan nervioso.

—Qué vueltero que sos... Te parecés un montón a tu viejo.

—Sí, ya sé. Me lo decís cada vez que te ponés en pedo.

El otro se rio.

—O sea, siempre. Cómo lo extraño al Edu a veces... Bueno, ¿vos en qué andás?

—En lo mío, lo de siempre.

—Ts, y así te va. Seguís con las mismas tres boludeces en las paredes y el auto parado ahí juntando mugre.

—¿Y cuál hay? ¿Qué joraca te importa a vos qué tenga o no tenga yo?

—Eh, ¿qué boqueás así? ¿Tan grande es la pija con la que te andan rompiendo el culo que no te bancás una joda? —Randall chasqueó la lengua y el otro se rio de nuevo—. Dale, no me pongas esa cara, maricón. ¿Por qué me venís con eso de qué me importa, pelotudo? Sabés que solo te cuido, no te hagas el otro ahora, si yo siempre estuve pendiente de vos.

—Sí... seguro —respondió Randall con sarcasmo. Enseguida se sintió un golpe a la mesa, pero Dani no se animó a volver a asomar.

—A ver, sarnoso del orto, ¡decime solo una de cuando te haya dejado tirado a tu suerte y no te haya cuidado la espalda!

—¡Dejá de jetonear, que cuando mataron a mi viejo me las vi solo!

—¡Otra vez con eso!

—¡Vos saltaste primero! Yo me las arreglo desde hace rato, ahora cortá el discursito y admití que viniste solo porque te falta uno desde que la federal te mató al Rico.

Ni bien Roña terminó de decir esas palabras, se escucharon los rechinidos de las sillas y el inicio de una pelea.

—Sos un desagradecido de mierda, pendejo del orto, ¡te voy a aflojar todos los dientes! —Dani sintió un escalofrío y detuvo el impulso de bajar cuando los ruidos se detuvieron de forma abrupta—. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? ¡Cuando pasó lo de Edu me estaban buscando y no podía ir por vos a la primera! ¡Fue cosa tuya irte de ahí sin avisar a nadie! ¡Él te había dicho que te quedes ahí por algo!

Perro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora