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Dani estaba bien metido en eso de conseguirse una casa propia. Quería algo medianamente por la misma zona, para no estar tan lejos de Kiles o de Randall, pero le llevaba tiempo rebuscar entre las casas modernas y lujosas que había por internet. Las veía tan prolijas y llena de comodidades que las odiaba con toda su alma, porque le recordaban muchísimo a la casa de sus viejos. No quería ni barrios privados ni muchos ambientes, él solo quería uno o dos, un patiecito y nada más.

Tras frustrarse por no saber cómo filtrar, descubrió que era más fácil desplazarse hasta las inmobiliarias, conversar con los vendedores y explorar las opciones que le brindaban. Al principio sintió que le trataron bien raro, seguramente porque lo veían un poco zaparrastroso con su uniforme azul de obrero y se creían que no tenía ni un palo para comprarse algo, así que él había empezado a hacer filtros con esos vendedores. Hasta que en un momento pudo dar con una señora coqueta y simpática de una inmobiliaria más alejada del centro, que siempre le trató con respeto y le mostró algunas propiedades en base a lo que él quería. Le interesaron varias, entonces programaron una visita a tres.

Le gustó mucho una que estaba justo entre Villa Verde y Peruzzotti, no muy lejos de la estación de tren y a dos cuadras de una plaza que tenía juegos para niños y una cancha de fútbol. Eso seguramente le iba a venir bien más adelante.

La casa tenía un patio grande con entrada para autos, dos habitaciones pequeñas, cocina-comedor modesta, un baño sencillo y una sala no muy grande. Le gustaba porque no era una casa nueva y tenía un par de arreglos para hacerle.

Mientras que la señora le daba algo de tiempo para explorar y él miraba el panorama del patio pensando en lo bonito que podía ser vivir ahí, una llamada telefónica rompió la quietud del momento. Cuando se sacó el teléfono del bolsillo y vio el nombre de Randall en la pantalla, a Dani se le aceleró el corazón.

Se saludaron, se preguntaron cómo estaban y Randall le pidió de verse, que también lo había extrañado y quería estar con él. Quedaron en que Randy le pasaba a buscar por la estación de Pilar y él terminó de arreglar los últimos detalles con la señora de la inmobiliaria por ese día. Iba a tener mucho papeleo para hacer en las siguientes semanas.

Randall estaba super ansioso por verse con el mecánico. Lo encontró en la esquina de la plaza frente a la estación y él le pegó algunos bocinazos para llamar su atención. Quizá era la abstinencia de estar tantos días sin él, pero lo encontró todavía más hermoso que antes, pese a que estaba usando ese horrible uniforme azul. Cuando Dani se subió al coche con una sonrisa, él aceleró rápido porque un par de autos le estaban pegando bocinazos por interrumpir el tránsito por quedarse en doble fila.

—Estás loco de parar así en el medio de esa calle —comentó Dani y él se rio, apurándose por seguir el ritmo del tránsito—. Un día te van a llevar puesto.

—Que se jodan, ellos también hacen maniobras raras. Además, ya no aguantaba más para tenerte acá —le comentó y le apretó rápido el muslo, a modo de saludo, y siguió manejando—. ¿A dónde tenés ganas de ir?

—Eh, ¿no sé...? —murmuró Dani, sin evitar fruncir un poco las cejas—. Pensé que íbamos a tu casa, como siempre.

—Mejor si todavía no nos aparecemos por allá. Así que, ¿otro lugar? ¿De qué tenés ganas?

Dani se movió incómodo en el asiento.

—¿Estás en quilombos todavía...?

Randall frunció la cara, era demasiado temprano para empezar a girar en ese puto tema.

—Primero encontremos a dónde ir, así charlamos más tranca.

Daniel no pudo evitar escanearlo con la mirada. Todavía se le notaban algunos golpes y raspones ahí y allá, pero parecía muchísimo más entero que antes. No quería empezar a hacerse la cabeza con ese tema, así que trató de idear algo, pero no pudo decidirse por un lugar. Le empezaron a ganar los nervios porque sabía que Randall no era demostrativo puertas afuera y cualquier lugar público, como un café o un patio de comidas, los iba a limitar mucho.

Perro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora