Las ruedas chirriaban contra el pavimento cada vez que pisaba el acelerador o cuando frenaba de golpe para pegar un volantazo y esquivar gente, autos o colectivos que iban como putos domingueros. Pero a él no le importaba nada, estaba ocupado haciendo un repaso mental de a qué lugares tenía que ir para encontrar al desgraciado de Dani. Ya se imaginaba lo que iba a hacerle a él y al pelotudo que se lo intentara sacar. Como mínimo iba a dejarle varios puntos de una mordida en la cara y contagiarles rabia.
Le emputaba que todo le hubiese salido tan para la mierda, que todo lo que le había dicho Iara parecía verdad: estaba jugando con fuego... y ya había quemado algo. Se sentía igual de frustrado y loco como cuando de pendejo se escapaba de lo de sus tíos porque no aguantaba que su tía defendiera a su marido después de que le hubiese dejado la mitad de la cara magullada; o como cuando discutía con ella después de haber ido a robar algo para conseguir de comer porque Enzo había vendido lo poco que tenían para conseguirse falopa.
No sabía por qué se le cruzaba esa comparativa por la cabeza, ni cómo o porqué relacionaba las situaciones, pero se sentía igual que esas veces, ahogándote mientras el mundo se te pudre entre los dedos y vos no podés hacer nada para pararlo. La bronca, la impotencia, las ganas de romper todo por el dolor, por estar podrido de nunca ser suficiente y encima que tu corazón siga igual de idiota, entregándose enterito a cada maldita persona que llega a tu vida, haciéndote creer que acá podés parar un poco, que este va a ser tu lugar, tu rincón, lo tuyo, que acá podés ser feliz... Pero siempre, siempre, de alguna manera, terminar hecho mierda y sin nada en las manos.
Puta madre, ¿tanto iba a costar que alguien lo quisiera así como estaba y se quedara con él? Se le escapó una risotada indignada cuando algo le susurró en la nuca que, dijeran lo que dijeran, nadie quiere a los perros callejeros con sarna. Pero él quería creer que no era cierto. Quería creer en todo eso que había visto en Dani antes de que se buscara a otro.
Todavía le dolía eso, imaginárselo con otro, pero quizá Iara tenía razón y estaba pasándole exactamente lo mismo que antes... Había asumido demasiadas cosas de lo que tenían. Pero por eso mismo necesitaba verlo. Necesitaba entender qué estaba pasando, darle sentido a este incendio. Tenía que escuchar bien a Dani, tratar de no explotar en el proceso y distinguir si le decía la verdad, ver si le repetía eso de que quería estar con él o si ya se había arrepentido. No quería que nadie se lo sacara... pero quizá ya la había cagado tanto que la cosa no era que alguien se lo sacara, sino que él se fuera. Dios... Necesitaba que todavía no fuese tarde.
Mientras tanto, Dani estuvo dando varias vueltas antes de salir del hotel. Estaba inquieto, ansioso y frustrado porque Randall lo había sacado de las casillas y le había terminado diciendo cosas solo para devolverle el golpe, pero no estaba seguro si había sido lo mejor. Trató de no pensarla y se decidió por salir porque se sentía ahogado en esas cuatro paredes. Ya no quería pasarse las horas mirando el techo sin saber qué hacer, no quería quedarse a cuestionarse sobre lo que había hecho y lo que no. Necesitaba algo de aire.
Decidió acercarse a uno de los tantos bares que antes había frecuentado. Se adueñó de una de las mesas apretujadas del rincón de afuera y se pidió algunas cervezas negras y unas papas grasosas. Resonaba música rockera del interior del local y él se entretuvo un rato mirando los autos que pasaban y a los grupetes en las otras mesas. Había mucha gente joven, pero también unos cuantos que parecían un poco más de su edad. Los observó sin ningún tipo de interés en particular, porque hasta en eso Randall lo había cambiado: ya no estaba nunca a la pesca, ni se le cruzaba por la cabeza. Pero bien que la había cagado con Taddeo.
Era fácil echarle la culpa al abogado de que lo había convencido, pero en el fondo sabía que nadie lo había obligado, se había mandado la cagada él solito. Era difícil no estancarse con la bronca consigo mismo por lo hecho, porque las cosas habrían sido tan distintas si...
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Perro amor
RomanceNinguno tuvo las cosas fáciles. Uno vivió circunstancias que lo marcaron tanto cuando era más joven, que lo llevaron a sumergirse en el hermetismo para protegerse. Fue el instinto de supervivencia de un perro apaleado por la vida. El otro tomó un ca...