Su teléfono vibrando en algún lugar con insistencia hizo que abriera los ojos. La habitación del hotel todavía estaba a oscuras, pero tenía a su lado a Daniel respirando acompasadamente, despeinado y relajado. Con una sonrisa en los labios, Randall estiró el brazo por debajo de las cobijas y le acarició su cintura desnuda y, aprovechando que estaba profundamente dormido, le dejó un beso en el brazo, otro en el cuello y uno más en la nuca. Se le pegó a aprovechar su calor y el aroma de su piel, para disfrutar otro momento de tranquilidad junto a él, pero su teléfono empezó a insistir de nuevo con sus vibraciones en algún rincón de la habitación.
Él no quería atenderlo, ya sabía quién lo andaba buscando. Ya llevaban como cuatro o cinco días después de ser formalmente novios con Dani y casi que no había salido de ahí más que para ir a buscar a su hijo al jardín, quedarse con él en lo de Iara hasta que ella volviera y regresar al hotel.
Estaba tratando de llevar las cosas con calma y no volverse loco, aunque ya varias veces le había agarrado la desesperación de sentir que no tenía ningún control sobre su vida, especialmente en esas horas en las que se quedaba solo. Y es que, si bien estaba muy entusiasmado por su relación con el mecánico, por todo lo que habían hablado y empezado a entenderse, al mismo tiempo tenía muchas preocupaciones sobre su futuro.
Había prometido cambiar para él, intentar ir por lo honesto, pero no tenía la más pálida idea si era capaz. No sabía por dónde empezar a buscar un trabajo, tampoco se consideraba especialmente hábil en ningún rubro, no se destacaba en nada y no estaba seguro de que lo contrataran así nada más. Tenía miedo de que nadie lo contratara, que no confiaran en él, el cobrar tan poco que no iba a poder mantenerse solo, conseguir otro lugar donde vivir y poder mantenerlo. Le aterraba la idea de no conseguir la suficiente guita para darle de comer a Giani y comprarle todo lo que necesitara, de que no pudiera pagar sus deudas con Iara y entonces no se lo dejara ver, y encima no estar a las alturas de las expectativas de Dani y decidiera dejarlo.
Giró en la cama, inquieto, y tras un gran suspiro, tomó coraje para agarrar el teléfono. Tenía un montonazo de llamadas perdidas de números desconocidos, de Licha e Immanuel. Le habían empezado a llegar mensajes, pero no los estaba abriendo. No quería bloquearlos, pero tampoco darles señales, así que estaba apagando y prendiendo la señal a cada rato para que no lo rastrearan... Estaba considerando conseguirse otro chip, otro número, para definitivamente dejar de dar señales, pero sin perder el contacto con las únicas tres o cuatro personas que tenía en su vida.
Sabía que era una pelotudez lo que estaba haciendo, que probablemente así no iba a resolver las cosas, pero... el último que había sabido de él había sido Imma y no le había dado mucha explicación de nada. Le había visto salir borracho a buscar bronca con alguien, pero no sabía ni dónde o con quién, así que, si simplemente no se aparecía más, quizá lo daban por muerto y en algún momento se dejaban de joder... Tenía esa esperanza.
Randall se levantó y se fue al baño a mear y mojarse la cara, para sacarse un poco la ansiedad. Se vio al espejo y se sintió algo desorientado con su reflejo. No sabía quién era ni quién podía ser, solo sabía que quería tener un futuro con Dani, por más que no sabía si podía armar algo bonito.
Daniel inspiró hondo y estiró los brazos con inercia para buscar el calorcito de Randall a su lado, pero enseguida se encontró con las sábanas frías. Levantó la cabeza de la almohada y lo buscó desorientado, pero no lo vio en los alrededores. La luz que entraba por la ventana le indicó que apenas estaba amaneciendo, así que quizá estaba en el baño, pero cuando se incorporó un poco para ver la hora en su teléfono, encontró una hoja de papel encima de éste: "Salí a hacer algunas cosas. No me llames, vuelvo enseguida".
El mecánico se sentó de inmediato por el torrente frío de preocupación que le corrió por las venas. Lo primero que se le cruzó por la cabeza fue que había ido a hacer de las suyas, pese a lo que habían acordado. Después, se le cruzó la idea de que quizás había pasado algo con su hijo o su familia. Fuera lo que fuese, fue inevitable quedarse inquieto.
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Perro amor
RomanceNinguno tuvo las cosas fáciles. Uno vivió circunstancias que lo marcaron tanto cuando era más joven, que lo llevaron a sumergirse en el hermetismo para protegerse. Fue el instinto de supervivencia de un perro apaleado por la vida. El otro tomó un ca...