Daniel se concentró únicamente en respirar. Intentaba sacarse la imagen de Paola de la cabeza, pero no podía dejar de recordar su pelo enmarañado y rizado como el suyo, pero más largo y armadito, sus hermosos ojos grandes y negros, su risa contagiosa haciendo eco por los rincones de la casa. No había palabra que alcanzara la dimensión del dolor que sentía cada vez que la recordaba. No había forma de que la culpa por lo que le había pasado desapareciera así nada más.
Se había prometido no volver a llorar por todo eso, no volver a pensar en sus viejos, no vivir mirando el pasado y no atarse a nadie para no volver a sentir un dolor así... Pero había elegido dejar de hacerlo por Randall. Y ahora volvía a dolerle el pecho y no sabía ni a dónde ir.
El mecánico dejó de abrazar el inodoro y se levantó del suelo. Todavía se le movía el piso y no controlaba bien el cuerpo, pero se enjuagó la boca con agua de la canilla del baño y se lavó los dientes para sacarse el regusto amargo tras vomitar. Hizo lo que pudo para no ver su reflejo en el espejo de delante y salió del baño. Se chocó con algunas cosas en el camino y se dejó caer en la cama matrimonial, tratando de recolectar los fragmentos del viejo Dani, ese que no dejaba que ninguna situación lo aplastara, pero estaba muy cansado. Drenado, más bien.
Se tapó por completo con las frazadas, se puso en posición fetal y cerró los ojos, intentando ignorar al mundo, pero era como andar con la herida abierta otra vez. No podía dejar de pensar en que tendría que haber hablado antes con Randall, pero ¿cómo? Tenía años de vestir la misma armadura, no podía arrancársela así nada más... Quizá no era fácil entenderlo, quizá por eso siempre lo habían llamado "raro", aunque nunca le había importado... Ahora ya ni sabía qué estaba pasando.
Dani no podía dejar de darle vueltas a lo que le había dicho Randall en la discusión. De a ratos parecía que no le hubiese entendido, pero después se acordaba que lo había acobijado y resguardado en sus brazos, y ya no entendía nada.
Intentó dormirse, apagar el mundo, pero la idea de quedar con la herida abierta y haber perdido a Randall lo atormentaba. No quería perderlo a él también. Sabía que no era un santo, que tenía sus matices y que no siempre veían la vida de la misma manera, pero hasta entonces se habían respetado y acompañado... ¿Por qué mierda no había pensado antes de irse con Taddeo? Se destapó con violencia y fue a buscar más alcohol, movido por la frustración de no saber hacer nada bien.
Mientras miraba a la nada a través de la ventana y se mandaba sus buenos tragos, se preguntó qué hubiese sido de la vida si al menos en esos diez años hubiesen tenido algún tipo de noticia de Paola. Quizá estaría más calmado, o no. Ella tendría veintiséis años si no la hubiera dejado sola aquella tarde. Quizá estaría a punto de terminar una carrera, viviría sola, tendría una pareja o estaría planeando un viaje para las vacaciones de verano. Tendría una vida... Pero la verdad era que Dani llevaba años asumiendo que seguramente había terminado en una red de trata. Y eso le partía el alma, porque era solo una nena cuando ya nunca más la volvieron a ver.
Dani se pasó la mano por la cara con violencia cuando sintió un nudo en la garganta y los ojos vidriosos. No quería anclarse a esos pensamientos, a esa vida de eterna agonía. No quería estar así, arrastrándose y desangrándose por los rincones. Quería ser el de antes, el que levantaba la cabeza y el que seguía adelante... pero tampoco quería seguir siendo el mismo. Ya no podía.
Quería tener algún tipo de futuro. No importaba si lo merecía o no, él quería tener algo, pertenecer a algún lugar. Randall le había contagiado eso, las ganas de vivir a pesar de que tenés un montón de mierdas por detrás y que te hayas mandado unas cuantas cagadas.
Dejó la botella sin terminar, se dio una ducha fría y rápida para despejar la cabeza y se puso a ordenar y limpiar la habitación. Agarró su teléfono, que por alguna razón había terminado en el piso casi debajo de la cama, y entonces decidió enviarle un mensaje de audio a Randall:
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Perro amor
RomanceNinguno tuvo las cosas fáciles. Uno vivió circunstancias que lo marcaron tanto cuando era más joven, que lo llevaron a sumergirse en el hermetismo para protegerse. Fue el instinto de supervivencia de un perro apaleado por la vida. El otro tomó un ca...