_2_ Otro mundo

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Rhydian

Despertar con los gritos desgarradores de los condenados retumbando al otro lado de la ventana de mi habitación suponía la mejor de las sensaciones más enriquecedoras de este lugar.

-¡Ahh, joder!

Pero hoy era diferente.

A pesar de que un nuevo día se cernía en el inframundo, yo aún continuaba postrado en la cama. Sí, postrado. Mi cuerpo resentía la paliza que la bestia de Klaus me propinó el día anterior como castigo por tocar su presa, y ojalá todo se hubiese reducido a la paliza, pues no satisfecho por la golpiza, Klaus nos obligó a Emeric y a mí limpiar cada rincón de las fosas.

Las fosas... El peor lugar del submundo. El hogar de los restos de aquellos condenados que cometieron los peores delitos en el mundo humano mientras conservaban sus vidas. El castigo más terrible para cualquiera que acababa aquí abajo. Condenados a revivir una y otra vez sus muertes, aquellas muertes que los enviaron directos al Infierno, revivir las mismas sensaciones que experimentaron minutos antes de abandonar sus vidas humanas.

Los gritos lastimeros abarcando todo aquel lugar era de las mejores melodías para cualquier ser que habitaba en el Inframundo, pero todo aquel que pasaba más tiempo de lo estimado en las fosas llegaba a volverse loco. Nadie quería estar allí, pues no solo suponía un castigo para los condenados, sino también para aquellos a los que Roderyk mandaba allí para mantener el orden.

Y ayer fue el turno de Emeric y mío.

Estuvimos a punto de colapsar al oír y ver a un pedófilo reviviendo su propia muerte en la celda 129. Al principio era divertido ver cómo moría siendo devorado su miembro por pequeñas pirañas hambrientas mientras un sádico le follaba el culo. Su muerte había sido correlativa a su forma de hacer daño en vida.

Pero en cuanto el número de repeticiones de esa muerte superó la segunda docena, Emeric y yo empezamos a sentirnos mareados. La voz desgarradora de ese tipo incrustada en nuestras cabezas sólo nos incitaban a querer entrar en aquella celda y rematarlo de nuevo y eso no podía suceder.

Las fosas sólo contaban con un inconveniente, todo aquel que osara a sobrepasar la entrada de cualquier celda sin que antes Klaus quitara las protecciones que mantenían bloqueadas las puertas por si algún alma trataba de escapar de su castigo infinito, quedaría encerrado en ese mismo castigo sintiendo en su propia piel los sentimientos del condenado.

Agradecí a Darian que nos salvara a tiempo de aquella locura.

-Maldito cabronazo.

La puerta de mi habitación se abrió de golpe y Emeric apareció tras ella acariciando la parte baja de su espalda al tiempo que mantenía su mandíbula bajo el toque de su mano. Klaus se cebó con su rostro ayer. Mi molestia se centraba sobre todo en las costillas.

-Te lo tienes merecido por tirarme a la bestia. -Escupí manteniéndome boca arriba sobre la cama, estaba realmente cansado.

-¿¡Yo!? -Se dejó caer sobre el sillón junto a la pared maldiciendo en voz baja por el dolor de espalda. -No fui yo quien jugó con Rostarov, idiota.

Alcé como pude la cabeza para verlo.

-Pues bien que disfrutabas cada vez que la piel de su cara se caía a pedazos tras echarle ácido, enano.

Demon: Cenizas del perdón © //Libro 1: Rhydian//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora