_3_ Las imprudencias se pagan

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Rhydian


—¡Suéltame!

—¡Ya te dije que te calles!

—¡Me estás haciendo daño, pedazo de bestia!

Klaus tomó con más fuerza el cuello de la camisa de Emeric y lo giró hasta tenerle cara a cara.

—¡Debería ahorcarte en este mismo instante, maldita escoria! —Lo zarandeaba de un lado a otro provocando el miedo del pequeño. —Así que mantén la boca cerrada y agradece que no seré yo quien se encargue de vuestro castigo. Y tú, —espetó zarandeando ahora mi camisa, me tenía apresado de la misma forma que a nuestro hermano —estás muy callado para haber causado todo este lío.

¿Y qué podría decir? Había robado el amuleto del Vallho de Roderyk, habíamos engañado a la guardiana aprovechándonos de su vejez y ahora ella nos miraba desconcertada desde un rincón del Vallho, saltamos al mundo de los humanos y alteramos todo tras aquel accidente.

Esa niña humana…

     *—¡Una ambulancia!*

Moví la cabeza con la intención de rehuir el recuerdo de esa mujer gritando desesperada.

—¡Habla!

Di un traspiés y caí de bruces contra el suelo de rodillas cuando Klaus me empujó con más rabia que de costumbre. Pero no hice nada, me quedé ahí, tirado sin decir una sola palaba, con mi mirada puesta en el suelo mientras seguía buscando una respuesta a todos los sentimientos que aparecieron en mí y que nunca antes había experimentado.

Nunca sentí miedo, no más allá del que a veces le profesaba a Klaus cuando hacíamos alguna trastada, pero después de estar a punto de ser arrollado por aquel objeto móvil creí que mi existencia cesaría en ese mismo instante. Una gélida corriente recorrió mi espalda culminando en un último suspiro al tiempo que mi mente solo procesaba la extraña idea de que ese sería mi fin, pero aquí seguía yo.

—¡Te he dicho que hables!

El nuevo grito de Klaus vino acompañado de una fuerte patada en mi costado dejándome enseguida tirado completamente y retorciéndome de dolor.

—¡Suelta una maldita palabra! —Continuaba con las patadas.

—¡Klaus, basta! —La voz de Darian se oía de fondo.

—¡Os tenía que haber encerrado en el foso y dejaros morir de locura a los dos!

—¡Klaus, ya! —Escuché de nuevo a Darian, aunque esta vez su voz se oyó más lejana. —¡Para! ¡Lo vas a matar!

—¡Es lo que se merece! —Otro golpe impactaba en mi cuerpo y yo sentía que perdía la noción de la realidad. —¡Debería morir por lo que ha causado!

—¡Basta ya!

En cuanto aquella voz grave retumbó en toda la sala del Vallho, Klaus paró de propinarme golpes. Podía oír su respiración fuera de si.

—H-Hermano, nosotros…

—¡Cállate! —Interrumpió el Maestro a Emeric.

Demon: Cenizas del perdón © //Libro 1: Rhydian//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora