XI

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Ni los enemigos de lord Rego Draz podían negar que era un apto consejero de la moneda, pero el desafío de financiar la conclusión de Pozo Dragón y la reconstrucción de Desembarco del Rey puso aún más a prueba su talento

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Ni los enemigos de lord Rego Draz podían negar que era un apto consejero de la moneda, pero el desafío de financiar la conclusión de Pozo Dragón y la reconstrucción de Desembarco del Rey puso aún más a prueba su talento. Ceryce y Aemon, aunque ausentes de la corte, supervisaban las obras del Consejero de la Moneda, lo aconsejaban en la medida de lo posible y Lyman Lannister hacía cuantiosas donaciones, todos sabían que sus intereses detrás eran la nueva nidada que habían puesto Quenya y Sindarin. Valaeno subió a lomos de Quenya con su hijo en brazos y acompañados de Aemon. A falta de Balerion, el dragón destinado a su hijo Corwyn, le regalaron un viaje en el Dragón Nacido del Oro.

—No basta con los impuestos sobre la seda, las especias y el almenado...

—¿Qué tiene en mente? — la Dama de Oro acariciaba su vientre creciente.

—El portazgo, exigido a todo aquel que entrara o saliera de la ciudad y recaudado por los guardias de las puertas.

—Ambicioso.

—Arriesgado.

—Y pagará pronto los gastos.

—Espero que nazca pronto para seguir supervisando.

Se gravaron asimismo los caballos, las mulas, los pollinos y los bueyes; los carros y las carretas recibieron las tasas más gravosas. Dado el volumen de tráfico que entraba y salía de Desembarco del Rey a diario, el portazgo resultó sumamente lucrativo y aportó muchos más fondos de los previstos, si bien a un conste considerable para Rego Draz, ya que se duplicó el desagrado que inspiraba.

Sin embargo, un largo estío, las abundantes cosechas y la paz y prosperidad, tanto en la patria como en el extranjero, ayudaron a limar parte del descontento, y al ir concluyendo el año, la reina Alyssane dio al rey una espléndida noticia: estaba encinta de nuevo. En aquella ocasión, según hizo voto, ningún enemigo se aproximaría a ella. Ya se había planeado y anunciado una segunda gira regia cuando se conoció el estado de la soberana. Aunque Jaehaerys decidió el inmediato quedarse al lado de su esposa hasta el parto, Alyssane no lo consintió.

—Deberías ir— insistió.

Claro que sus planes se vieron truncados por los príncipes que ganaban casi tanta popularidad como los monarcas. Aemon y Ceryce volaron de sur a norte en sus dragones, anunciando la buena nueva, llevando a Valaeno, Corwyn, Joanna y al nuevo bebé con ellos. Era una odisea lograrlo, no caerse de los dragones con tanta gente. Ceryce llevaba a sus dos bebés, el recién nacido amarrado al pecho y la niña abrazada con la fuerza necesaria para no caerse. Aemon llevaba a su cuñado y este imitaba la acción de su cuñada. Quenya era más diestro en llevar a más de un jinete a lomos, pues Viserra hacía lo propio en su tiempo.

—Padre— se anunció Valaeno.

—He escuchado que su salud ha mejorado, pero no por eso deberías hacer estas travesías.

El Pálido y el ValerosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora