XVII

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Lianna Velaryon no permitió que su amiga se pudriera, bañó y perfumó a la princesa, la envolvió y se dedicó a construir la pira funeraria

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Lianna Velaryon no permitió que su amiga se pudriera, bañó y perfumó a la princesa, la envolvió y se dedicó a construir la pira funeraria. Lloraba en silencio, pensando en su crianza juntas, en sus sueños de que sus hijos crecieran juntos, iguales a ellas, sonreía con nostalgia, como si fuera hacía cien vidas de aquellas vivencias. Se despegaba lo suficiente para descansar y escuchar a los maestres. No comió ni bebió hasta que su esposo llegó, sabiendo que lo perdería, que el luto lo podría alejar demasiado y ella se mentalizó a que debía respetar su duelo, así como ella sufría su duelo desde que sostuvo a su amiga hasta ese día.

Valaeno Velaryon avanzó poco a poco, se arrodilló a llorar a su lado, apoyando la frente en la tela que la cubría. Lianna se mantuvo cerca de la pira, pero lejos del momento de esposos que tenían. Murmuraba que esperaba que la Madre la hubiese acogido con ternura luego de que el Desconocido se la llevara. Sobre la princesa usurpada tenía sobre sí la corona que mandó a hacer Maegor para su hija, muy similar a la corona del Conquistador, pero las enredaderas parecían hechas de escamas, con hilos negros que brillaban a la luz del sol.

—Su padre se la puso cuando la nombró su heredera y esperaba volvérsela a poner el día que se sentara en el Trono de Hierro.

—Podríamos guardarla para las hijas que tenga Corwyn.

—¿Para qué? Jaehaerys usurpó a su madre y a su hermana, nada me asegura que no verá esa corona como un signo de rebelión.

—¿Dónde está el príncipe?

—En Roca Casterly, protegido junto a sus primos.

—Hay que traerlo.

—No.

—Debe despedirse de su madre.

—Aún no tiene edad para entender esto, prometo que lo sabrá cuando cumpla la edad necesaria.

Aemon lloró a su muy amada hermana, tan lejana en edad como ahora, ya que ella se había reunido con los dioses, con su madre. Ceryce se mantuvo serena a su lado, no podía emitir palabra, le dolía perder a su amiga, pero intentaba ser fuerte por su esposo. Al día siguiente, con un Valaeno un poco más repuesto, capaz de andar sin ayuda de Lianna, se dispusieron a rendir los honores a la princesa Aerea la Incoronada. Jaehaerys prohibió a su esposa asistir a la ceremonia. Ahí estaban los maestres, los galenos traídos de las Ciudades Libres por la finada reina Viserra, los Velaryon y los Celtigar, los Lannister y toda la gente que quería a la princesa.

Se encomendó su alma, se pidió por su descanso, se pidió a los reyes que vinieran por su hija. Lianna le pidió reunirse con el resto de sus amigas, que le hicieran compañía hasta la llegada del resto. Valaeno pidió a su madre que cuidara de su esposa, a su suegra que la guiara hacia el merecido descanso después de toda la odisea sufrida y que abrazara al bebé que perdieron al principio de su matrimonio. Ceryce tomó la mano de Aemon y avanzaron un par de pazos, Balerion también estaba ahí juntos a los Reyes de Oro, Quenya y Sindarin, esperaban ansiosos a que les dieran la indicación, Valaeno terminó sus plegarias, tomó la mano de Lianna y cuando ella se soltó para irse un par de pasos hacia atrás, fue la señal para el matrimonio.

El Pálido y el ValerosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora