1. 𝕰𝖑 𝖊𝖘𝖕𝖊𝖏𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕮𝖎𝖊𝖑𝖔

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CAPÍTULO UNOAÑO 480 DE LA ERA ANSARISLA DE VERMITHOR

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CAPÍTULO UNO
AÑO 480 DE LA ERA ANSAR
ISLA DE VERMITHOR

Desde el principio supo que las cosas saldrían mal. No quería insultar a los dioses con su falta de confianza, y mucho menos a su querida esposa, pero es que la situación era bastante clara para ambos.

Las leyendas e historias existían por una razón, y ellos, en el afán de cumplir su sueño, habían decidido ignorar todas las advertencias.

Sahira gritaba del dolor, su rostro estaba completamente humedecido debido a las lágrimas mientras la matrona le daba indicaciones que parecía no poder oír, y él solo recordaba cómo es que habían llegado a este punto sin retorno.

Fue durante el trigésimo quinto día de nacimiento de su amada, cuando recibieron el mensaje que les daría un poco de esperanza a sus oscuros días. Esa tarde se encontraban en la plaza principal de Vermithor, todo estaba decorado con hermosos banderines de los colores de la casa reinante Ansar, para así poder celebrar una nueva victoria sobre los dominios de la Isla de Fuego. El rey había decretado tres días de celebración y nadie en el pueblo había dejado pasar la oportunidad para tener un momento de alegría y así salir de la rutina a pesar de que la Isla de Vermithor y la casa real habían tenido problemas los últimos años. Los bardos aprovechaban para cantar, las tabernas estaban llenas y los niños tenían permitido corretear hasta tarde. Los callejones de la Villa estaban repletos de color y música, nadie quería perderse un evento de tal magnitud.

Fue cuando Sahira decidió apartarse con una amiga, que Alec optó por volver a casa sin demasiados ánimos de seguir de fiesta con sus compañeros. Le dolía el cuerpo de bailar con Sahira y los oídos le pedían un descanso de la música estridente de las gaitas.

La primera vez que vio a Beth le pareció una simple abuela, bajita y regordeta, las arrugas surcaban por completo su rostro y sus manos pequeñas mostraban años de trabajo duro con ellas. Sahira la había conocido una mañana cualquiera en el mercado cuando la mujer le ofreció unas nuevas semillas traídas de Ciudad del Sol. No tardaron demasiado en hacerse cercanas a pesar de la diferencia de edad, y pronto la había llevado a casa para presentarla como una amiga, Alec solo podía agradecer que su esposa pudiera tener una nueva compañía mientras él ponía el cuerpo en el trabajo.

Su esposa siempre fue una persona encantadora, poseía unos hermosos ojos grises, brillantes y vivaces, que combinaban perfectamente con su piel color canela, su cabello oscuro y recogido enmarcaba un rostro que ya denotaba su edad pero sin mostrar cambios demasiado significativos, alguna que otra marca o cicatriz, además del cansancio típico del trabajo de campo. Sahira dedicaba sus días a la tierra y venta de sus cosechas en uno de los puestecillos del mercado de la calle principal, mientras él pasaba mañana y tardes sembrando, arando y cosechando, haciéndose cargo del ganado y principalmente el cuidado de sus tierras.

A veces extrañaba esos momentos rutinarios, llegar a la cabaña cansado y ser recibido por un beso y abrazo de su esposa, calentarse al lado de la estufa y cenar una de las exquisiteces que sabía hacer su mujer.

LAS CRÓNICAS DE VERMITHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora