3. 𝕰𝖑 𝖉𝖎́𝖆 𝖊𝖓 𝖊𝖑 𝖖𝖚𝖊 𝖙𝖔𝖉𝖔 𝖈𝖆𝖒𝖇𝖎𝖔́

55 20 14
                                    

CAPÍTULO 3AÑO 480 DE LA ERA ANSARVILLA DE VERMITHOR

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

CAPÍTULO 3
AÑO 480 DE LA ERA ANSAR
VILLA DE VERMITHOR

La Isla de Vermithor era un sitio casi paradisíaco, enormes valles y montañas lo rodeaban, sus orillas eran mucho más bellas que las de los puertos principales como el de Villa Gaelana o Puerto Esperanza, sus bosques eran frondosos y repletos de vida, lagos y largos ríos cruzaban completamente toda sus tierras y decían que desde su pico más alto se podía llegar a ver el continente siendo así un punto estratégico en la Guerra de la Sucesión del 425. Por eso Gerard nunca entendió cómo es que el Rey anterior había cedido las tierras a simples campesinos que parece ni siquiera habían sabido aprovechar las tierras prósperas que tenían.

Su caballo galopaba seguido de cuatro de sus mejores hombres, Arthur de Brienna era el segundo al mando, hijo mayor de los señores de Brienna, dueños de la mitad de la Ciudad del Mar, un caballero con todas las letras, arriesgado pero estratégico, era su mejor carta.

Detrás de él se encontraba Thomas Gray, el hijo menor de uno de sus amigos fallecidos, Gerard le había enseñado todo lo que pudo desde que entró a la Guardia, aún le faltaba mucho, pero el muchacho era determinado y estaba dispuesto a mejorar para ser ascendido de rango, lamentaba que eso no fuese a suceder, pues era un muchacho muy prometedor.

A la derecha de Gray, y con poco atrasado, estaba un chico de las tierras altas, Sigmur Volcano de los Montes Aullantes, un pelirrojo que habían reclutado en una de sus primeras andanzas contra el Batallón de Igmar, pronto el hombre se había adaptado al nuevo grupo, demostrando una habilidad casi innata en arquería y una destreza magistral con la espada.

Y luego estaba Annalisse Braun, una muchacha que, aunque él no estaba del todo de acuerdo, había sabido ganarse su puesto en las filas de la Guardia Celestial con su manejo con la espada heredado de su padre, el famoso Donald Braun, quien había sido considerado uno de los hombres más temidos en su época.

El grupo no tardó demasiado en llegar a la Villa, un pequeño poblado con cabañas y campos que se veían bastante maltrechos. Les costó un poco saber cuál era la calle principal, puesto que todo se encontraba cerrado, con los toldos bajos y algunos caídos y sucios. Gerard hizo una seña para aminorar el paso cuando vio a un niño sentado en la entrada de uno de los puestos más grandes. Entre los altos edificios de madera y piedras enormes. El niño se veía diminuto y encorvado, con su rostro en una mueca que denotaba aburrimiento. El muchacho los miró con gran ilusión y dio un salto para acercarse a ellos. Llevaba puesta una camisa desaliñada y unos pantalones verdes rotos en las rodillas pero tenía bien agarrada una espada de madera con la que había estado jugando con anterioridad.

—Niño—La voz grave de Gerard resonó y el pequeño pelirrojo pareció esconderse entre sus hombros—¿Dónde están todos?

—¿Todos? —Musitó y se rascó la cabeza como intentando recordar— Aquí ya no queda nadie, señor...

LAS CRÓNICAS DE VERMITHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora