CAPÍTULO 8
AÑO 481 DE LA ERA ANSAR
ISLA VERMITHORLa Villa de Vermithor ya no existía. Los puestos no abrían, las casas estaban desiertas, la vegetación había comenzado a crecer para cubrir los pocos edificios que aún quedaban en pie.
Antigua Vermithor, así solían decirle ahora. No era más que el cascarón de lo que supo ser un pequeño poblado repleto de vida.
La Nueva Vermithor había comenzado a alzarse desde el primer día en que decidieron instalarse en el Torreón. No les había costado demasiado darse cuenta de que la protección que este les ofrecía no la encontrarían en el viejo hogar de los lugareños. Ninguno se había rehusado a abandonar sus casas, todos sabían lo que podría pasarles si se estancaban en ese pueblo. Poco a poco habían comenzado a vaciar sus hogares para trasladar todo lo necesario y así volver a empezar en el nuevo paraje que les ofrecía una nueva oportunidad.
—¡No! ¡No! ¡Ni te atrevas!—Taria McGregor oyó la voz de su hija, la pequeña morena estaba corriendo de un lado al otro y, detrás de ella, Tyon la perseguía riendo con un sapo enorme que apenas entraba entre sus manos.
Los niños se habían levantado apenas vieron salir el sol, contentos con la fiesta que tendrían esa tarde. La emoción se sentía en el aire, la festividad traía un poco alegría para ellos como para los adultos.
Casi catro meses habían pasado desde que dejaron la Villa de Vermithor y, a veces, Taria no podía creer cómo es que había pasado de recorrer un pueblo abandonado por una supuesta maldición, a estar en un sitio donde todos los días estaban rodeados de gente dispuestos a protegerlos.
Ese día era el inicio de la temporada, y por primera vez quisieron dedicar una tarde a los festejos, no sé acercaría a lo que se realiza en el continente, ni siquiera se parecería a lo que solían hacer en la antigua Villa, pero algo era algo.
En ese momento se encontraba junto a Alice, Eileen y Emma, tres mujeres que, según le contaron, habían llegado en el barco junto a los caballeros celestiales. Ellas le habían hablado de la maravillosa travesía que habían realizado, partes de sus vidas y cómo al final se veían salvadas de un continente que las iba a esclavizar por su lugar de origen.
No sabía bien de dónde es que ellas venían, pero de todas formas hablar con ellas le abría la cabeza a cosas inimaginables, después de todo, ella nunca había salido de la Isla. La vida de Taria había sido sencilla y humilde, una simple vida de campo en la pradera norte, con un poco de suerte, al casarse, había podido mudarse a la Villa de Vermithor y comenzar a trabajar en una taberna, dejando los laboriosos días bajo el sol.
Pero esos días estaban en el pasado, ahora su trabajo no era encargarse de servir bebidas a ebrios sino alimentar a los hombres y mujeres que trabajaban para subsistir en una nueva Villa. Consideraba su labor como uno de vital importancia.
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LAS CRÓNICAS DE VERMITHOR
Viễn tưởngLas leyendas e historias existían por una razón, y ellos, con el afán de cumplir su sueño, habían decidido ignorar todas las advertencias. ¿Será una maldición? ¿O es realmente una profecía?