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Polo Norte

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Polo Norte.

Veinticuatro de diciembre. En el mundo humano significaba nochebuena; llena de paz, amor, cariño y todos los valores que definían a la buena gente. Un espacio en el calendario para decorar sus casas, por fuera y por dentro, y reunirse con familiares a esperar la llegada de Papá Noel. Una fecha maravillosa para muchos. Un día tormentoso y super estresante para una persona, que ni siquiera pertenecía a la mundana dimensión; un ser llamado Howard, administrador de la empresa de Santa Claus.

El elfo era perfeccionista desde la cuna. Se jactaba de haber planeado su nacimiento. Hizo que su madre diera a luz 7 días antes de la fecha señalada por los médicos. Siete días. El siete era un numero de suerte para él. Combinaba al número tres; asignado al área espiritual, con el número cuatro; muy representante conocido terrenal. Unidos establecían un puente entre cielo y tierra. Aquel digito lo guío a ser lo que era. Por eso se esmeraba en su trabajo. Nació para ello. El siete era un numero perfecto, tan perfecto como Howard. Confiaba en su capacidad creadora. Se superaba día a día a sí mismo. Sin embargo, esa navidad se le estaba complicando un poco.

Howard inspeccionaba las columnas de regalos. Él verificaba que los moños estuvieran bien hechos. Otro elfo iba tras sus pasos. Era el encargado de envolver los obsequios que se darían a los niños del mundo a medianoche. El vigilante del orden se detuvo, y su alto acompañante chocó contra su espalda. El superior le dedicó una mala mirada, y después, atendió el detalle fuera de norma que interrumpió su marcha.

—¿Qué es esto? —Howard entornó los ojos.

Se inclinó para observar mejor la caja. Tanteó la superficie del papel con la punta del bolígrafo retráctil. Su rostro salpicó desagrado cuando la cinta brotó del presente, aflojándose con un solo toque.

—¡He dicho mil veces que debes apretarlo fuerte, Jasper! ¡Esto es inaceptable!

Jasper tembló de miedo. Era cierto, Howard había advertido antes sobre ese aspecto suyo, y resultó que se equivocó de igual forma. Sintió vergüenza mientras recibía el sermón. Su jefe empleó un tono duro y tenaz, haciéndolo sentir culpable por defraudarlo.

—¡Un nudo fuerte! Es lo que pedí. Nunca obedeces. —soltó Howard, abrumado. Empezaba a preguntarse cuantos obsequios habría mal envueltos— ¡No haces más que llorar y atrasar el trabajo!

Jasper se abrazó a sí mismo, realmente apenado. Los reclamos eran disparados, sin darle tregua para defenderse. Una profunda tristeza afloró dentro suyo. Mordisqueó su labio. Intentaba ignorar el sentimiento asentado en su pecho. Quería evitar que las lágrimas salieran de sus ojos.

—No vayas a llorar.

—Lo siento, lo siento tanto. —dijo Jasper, con voz quebradiza. Sorbió su nariz y se limpió las mejillas con la manga del suéter— Es que me pongo extra sensible en Navidad. Perdón por no servir. —susurró, encogido en su lugar.

𝑸𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒂 © 🔭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora