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El alfa contempló al omega dormido

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El alfa contempló al omega dormido. Le transmitía tanta paz verlo. Sin embargo, no la suficiente para ignorar el miedo que paulatinamente cegaba sus sentidos. Nicholas se hallaba inquieto. Sentado en la cama. Su osadía y atrevimiento de asistir a esa entrega había sido provocado por las ganas de contestar una pregunta que le quitaba el sueño. ¿Quién era ese flameante chico? Toby Grant era una cajita de sorpresas. Lástima que al descubrirlo peores dudas nacieron. ¿Cómo era posible que un ser humano fuese su destinado?

Se negó a morderlo mientras estaba inconsciente. Poseía un alma excepcional. Su belleza era innegable, mas, eso no le quitaba su humanidad ni el trecho de consecuencias que arrastraba su unión. Existía una pauta inquebrantable para Santa. Debía mantenerse a raya con los humanos, tanto niños como adultos. Nicholas apretó el puente de su nariz. Clamó por más claridad y sabiduría al padre tiempo, quien no le permitía procesar el asunto con calma. Presionándolo con su azorado correr para tomar una decisión. Sentía que la magia del péndulo se había disipado. Era ahora o nunca.

Toby permanecía acostado. Mechones rubios caían en su frente, peinó algunos, obsesionado por la suavidad que ofrecían. Su corazón se calentó de verlo saciado. Era la imagen más bonita y tierna que había tenido en años.

«Al menos su deseo fue cumplido»

Abandonó la cama y se vistió con pausa. Tomándose esa demora para considerar cual decisión era correcta. ¿Irse o quedarse? Estaba difícil. Y las ideas que se le ocurrían eran inconexas. Su propósito ahí se hallaba cumplido, debía continuar con la encomienda sin más. Era inaceptable que le costara hacerlo. Santa no podía permitirse tal arrebato, ya habían sido demasiados por la noche. Ese omega solo era un capricho, y él no podía malcriarse con tal cosa. Era un chiste que su lobo lo quisiera. Igual que ese cuento de los predestinados. Pura falacia.

Nicholas ajustó el gorro a su cabeza y marchó a la salida. Su lobo chillaba de pena. Toby no lo recordaría al siguiente día. Esa era la magia de Santa. Lo mejor para ambos. Aunque, para él, no sería tan sencillo borrarlo de su mente.

Santa regalaba dicha a todo el mundo. ¿Quién se la daba a él? No es lo que importaba. El único interés en juego era el bienestar ajeno. Y ya había cumplido con Toby.

 Y ya había cumplido con Toby

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𝑸𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒂 © 🔭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora