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—Tío Toby ¿Estás bien?

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—Tío Toby ¿Estás bien?

El hombre pestañeó, saliendo del ensimismamiento para atender la realidad.

—Luces triste. —Agustín se aproximó a él con un avión de juguete en mano— Es culpa de Santa ¿No?

—¿Qué?

—Santa. —repitió, puchereando— ¿No te gustó el regalo que te trajo?

Toby boqueó. Por un instante, había interpretado mal sus palabras. Creyó que el niño leyó su mente, pero no fue así. Agustín solo le preocupaba su estado emocional. Nada más.

—Nada que ver con eso. —explicó—. Quedé encantado con el mío.

Echó una ojeada al reloj en la muñeca, y una risita nerviosa escapó de sus labios.

—Me alegra mucho. Papá Liam suele decir: "No hay que quejarse, sino agradecer por todo"

—Esa es una buena enseñanza. —dijo Toby— La tendré muy presente, cariño.

Toby se conmovió ante la bondadosa intención. Acomodó bien el gorro de lana verde en su cabeza y sonrió con todos los dientes. Buscó calmar la tribulación del pequeño, aunque, realmente nunca estuvo triste, sino pensativo.

Dos rayitas. Dos simples líneas anunciaron la realización de su sueño. ¡Él iba ser papá! ¿Tenía lógica? Claro que no, y eso le comía la cabeza. Cabía la posibilidad de que la prueba se equivoqué y requiera un comprobante más confiable. En todo caso, agendaría una cita con su doctor personal en Horther City. Un examen de sangre sería suficiente para matar el pesimismo.

Por otro lado, se sentía bendecido. Ilusionado con un futuro glorioso en compañía de un cachorrito. Su instinto animal saltaba en dos patas, extasiado por la noticia. Aunque Toby cuestionara, su lobo lo tomaba como una certeza. Le gustaba el ímpetu que mostraba, y a su vez, detestaba que últimamente ellos coincidieran poco. Sospechaba que un hecho irrecordable los había distanciado. Nunca antes estuvo tan asilado de su intuición. Echó cabeza sentado en la banca fría de la plaza. Quiso vencer la amnesia, pero la voz de otro hombre lo hizo fracasar.

—¡Toby! ¡Agustín! —llamó Liam, a una corta distancia—. Acérquense a la mesa.

Toby consintió la sugerencia, tomó la mano del niño y se dirigieron al centro de la plaza.

La alcaldía, en conjunto con la iglesia, había organizado una enorme fiesta. Horther Village mantenía la tradición de que sus habitantes reciban año nuevo juntos. Costumbre que aseguraba; según los ancianos, bendiciones por los próximos trecientos sesenta y cinco días.

Había cinco mesas largas de madera. Cubiertas por mantel blanco y postres de diferentes tamaños y sabores. La familia Grant tomó sus sillas. Antes de sentarse, Toby pasó a saludar a cada persona. Los vecinos se emocionaban al estrechar su mano. Decían que notaron su ausencia los últimos dos años, y repetían que les agradaba tenerlo de vuelta. La energía era acogedora ahí; conversando unos con otros. Por primera vez, el bullicio no pareció irritante para nadie. Iban sirviéndose comida en el proceso; aquello era un banquete navideño.

𝑸𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒂 © 🔭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora