Hana (1)

131 7 6
                                    

Hubo veces cuando vivía en las que Husk se preguntó si lo que estaba haciendo era lo correcto. Y del porqué si no lo era, se sentía tan bien. Eran esa clase de pensamientos los que también lo llevaban a preguntarse hasta que punto era sano considerar su obsesión por apostarlo todo. Justo como en ese momento en el que se encontraba sentado frente al demonio de la radio. Quien le sonreía con soberbia y superioridad.

Husk sabía perfectamente que nada de eso estaría pasando si hace unos días no hubiera cometido un error garrafal. Debido a una mala racha, como él solía gustar decirle cuando no sabía cuando parar, había terminado por perder un 80% de su contratos, por lo que en ese momento su posición como un soberano del infierno estaba en peligro.

Y era esa situación lo que lo empujó a tomar una decisión desesperada. Terminando por acudir con quién sabía que podría ayudarle en ese momento, pero con un alto costo.

Una vez más, se estaba jugando un todo por un nada.

El trató que puso Alastor sobre la mesa para ayudarle era simple, el que perdiera, le serviría al otro. Sin preguntas, sin cuestionamientos. No obstante, Husk conocía la naturaleza tramposa y retorcida de Alastor. No eran tan fácil como él decía. Perder contra él seria como condenar su existencia misma al sufrimiento sin fin y eso no era algo que estaba dispuesto a permitir.

—Y bien, ¿no te estarás echando hacia atrás, ¿verdad? —aquella risa tétrica taladro los sensibles oídos de Husk.

Miraba con atención el juego de cartas en su mano.

Una sola carta podía definir su victoria contra su condena.

Una sola carta.

—No estaría aquí de ser así —apunto mirando atentamente cada movimiento del demonio de la radio. Transpiraba confianza y eso ponía nervioso a Husk. Un paso en falso y todo se acabaría, pero si jugaba bien sus cartas, se haría un contrato con un poder sin igual que lo posicionaría como uno de los soberanos más fuertes del circulo del orgullo.

—Bien, voy —soltó Alastor con una sonrisa triunfal al elevar la última carta que estaba sobre la mesa, revelando casi instantáneamente una sonrisa aún más grande que todas las anteriores—, supongo que se acabo.

Aquello hizo a Husk fruncir el ceño sutilmente. De pronto tuvo un mal presentimiento. Qué probabilidad había de que Alastor tuviera en sus manos todas las cartas correctas para garantizar su victoria. Bajas. Conocía las probabilidades como la palma de su mano y al mismo tiempo sabía, que aún por más bajas que fueran, las coincidencias eran terriblemente desafortunadas en momentos como esos.

—Estas muy seguro —refunfuñó Husk entre dientes levantando la última de sus cartas y casi al hacerlo sintió como si su alma abandonará su cuerpo.

—Escalera de color, gatito. Yo ganó —canturreó Alastor al bajar las cartas con una gran risa escapando de sus labios al tiempo que estiraba las manos para llevarse todas las fichas que quedaban delante de ellos.

Husk entonces sonrió de medio lado.

—Alto —al bajar el juego, perfectamente vio como la sonrisa de Alastor se congelaba en el acto al igual que sus manos.

—Una maldita escalera real —soltó inclinándose hacia atrás estupefacto.

Husk acababa de ganar el juego.

Alastor, desde el punto de vista de Husk, parecía que estaba procesando lo que acababa de pasar. Su mirada pérdida casi le parecía icónica. Sin embargo, para Alastor eso era todo menos gracioso. Por primera vez en su vida, había perdido contra otro overlord. Había perdido y ahora su alma le pertenecía a alguien más para hacer y deshacer con él lo que quisiera. Nunca en sus más de 80 años en el infierno imaginó que un escenario como ese pudiera desarrollarse.

El Overlord del Azar [Huskerdust]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora